viernes, 29 de abril de 2016

Krishnamurti





Aquél bandazo del aire
Me ha llevado al espíritu
Un viaje sin regreso
Una profundidad de eco
Inmenso
Allí un voz
La más humilde del mundo
Me ha llamado
Sólo sentirme me ha dicho
Solo vivir ha sugerido
Esta vida sigue latiendo
En los hemisferios del mundo
Podría ahora borrar todos los poemas
Escritos desde el dolor
Pero esa es la huella impresa
De un despertar iluminado
Lo he visto en mis sueños
Al mago y su templanza
Pocas o ninguna palabra
Todo amor
Es esta despedida
La que resuena a diario
En mi corazón
Que hoy ha despertado
Por todas las bellas cosas
Por este hermoso mundo








jueves, 31 de marzo de 2016

Tatuado



Cabría pensar que hay hueco. 
Que queda espacio para el amor. 
Que la despedida es sólo el inicio. 
Que lo cotidiano puede gobernar todo. 
Que  la melancolía se mueve a su antojo,
 y decide atraer al presente y escribir su paso. 
Y que es casi siempre el testigo astuto
 que divisa y murmura nuestro caminar. 
Nos salva desprendernos. 
Alejarnos adentro. 
Ahí donde aparentemente perdidos nos encontramos. 

Mueca



Cada mueca de la ciudad es una sonrisa perversa.
 Si no pones toda la atención te devora, 
poco a poco, 
desde los pies.
Se lanza seductora para que la mimes y la cuides, 
la visites en la mañana y en la madrugada.
Y te quedas a su lado, 
sin rechistar.
Sedúceme! Grita!
Ha pedido que te laves las manos.

Sucio!!
Pero has preferido llenarte de barro...

lunes, 29 de febrero de 2016

Radiografía de la melancolía




¿Qué queda antes de mí?
Ni sabría explicar si ese yo ya ha llegado a algún lugar de la materia compartida. Tan sólo sé, que de donde vengo, proviene esta memoria dulce y amarga. Poseía algo en el pasado que me arrebataron y he querido dormir con aquél recuerdo durante mucho tiempo. La vida me mira como a un estúpido al que avisa de su torpeza. 
Realmente no queda ya nada antes de mí, soy sólo ahora. Ni siquiera soy nada. Quizás el hecho de proyectarme atrás es el que provoca este infarto dulce, aquella pereza de trabajo presente que todo esclavo de su pasado tiene. 
El primer paso que uno da al nacer ya abre la senda de su álbum de fotos, un recorrido rememorado de nostalgias y melancolías.  La melancolía hace su aparición en el nacimiento, no se sostiene únicamente en el cuerpo y alma del sujeto, sino que se diluye en todo el muestrario familiar y genealógico.  Haber postulado por esa verdad efímera es, en últimas, la responsable de la nostalgia que ahora invade a cada viandante, a cada ser que queriendo ser libre, busca su libertad en el hueco herido de los recuerdos. Si tú no recuerdas, será tu padre, madre o amigos quien lo haga. Soportar aquél estupor del recuerdo es como hacer una ofrenda al fuego para que acompañe nuestra vida dándonos calor.
De nostalgias vive el hombre y muere el hombre. Por arrepentirse y quedarse prendado del primer beso o el primer amor. Aquella autocomplacencia es el mayor efecto que el vértigo regala a nuestras cabezas, la mayor devastación a la que se somete el sujeto. Un poco de allí y otro poco de aquél recuerdo, una buena foto marchitada al sol, el perfume, el cariño recogido en una sábana, la prolongación de una mentira dicha mil veces. Hemos sido amigos, pronuncia la melancolía, ¿Podremos seguir siéndolo?
Qué buena ofrenda hace la nostalgia en aquél escenario de incienso y ceniza. Por todos lados divaga a sus anchas, sin campo ni trigo.  Cuando me miro al espejo, veo aferradas a mi piel todas aquellas bestias de melancolía y nostalgia. Sacan los dientes, sonríen y lloran como niños a los que no se les da su juguete. 
Sin escapar, por no saberlo, el huérfano viento no sopla ni un ápice, y me envuelve en toda aquella locura virtual de la historia ya muerta. Sin capítulo de tiempo, sin un capítulo de tu tiempo de hoy, sin tu instante del ahora, no hay nada.
Por mucho que uno se aferre al rememorar continuado,  por mucho que uno suplique a la réplica del pasado un “tiempo muerto” para la paz, la misma huella ahogará el presente.
 ¿Y qué te queda entonces?
Lo primero no ser un replicante de la réplica de tu historia que intentas recuperar en tu cama cada noche que pasa. Por mucho que ahondes, aquella tierra ya no existe, no es siquiera hedor, ni paja, ni mal olor:
NADA…

Lo más que puedes hacer es permanecer aquí, girar la esquina y volver sobre ti. Pero sólo en este hueco de tu instante permanente, sólo aquí…

miércoles, 3 de febrero de 2016

Un, dos, tres: magia



“En proporción alarmante han desaparecido en las publicaciones dedicadas a la Arquitectura las palabras belleza, inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento y también serenidad, silencio, intimidad y asombro. Todas ellas han encontrado amorosa acogida en mi alma, y si estoy lejos de pretender haberles hecho plena justicia en mi obra, no por eso han dejado de ser mi faro”

Luis Barragán

lunes, 18 de enero de 2016

Monólogo del viento



Árida está la tierra, 
extraña de lluvia,
ávida de agua que no llega.
Son sólo los monólogos del viento
los que al unísono
suenan con fuerza de ceguera.
Tanto espanto en los cigarrales,
y el trigo amarillo
gritando al sol
que llueva!
que pare el viento! 

lunes, 4 de enero de 2016

GAnancIA

¿Qué has ganado este último año?
¿Cuánto más te hace falta para perderlo todo?
Casi siempre la decisión más sincera es parar,
dejar el atropello de las fechas y los números...
Ir llegando  es  INeludible... con más o menos carga, cada día estás más cerca de tu derrota. Siempre serás el primero; no lo dudes. Siempre
La vida es maravillosamente implacable contigo. Por eso llega el momento de la entrega y al fin te dejas vivir. Ya disfrutas de las infelicidades transitorias que te brinda este viaje; el tuyo propio... el único que existe y te encadena al Ahora... a este momento en el que lo has perdido todo. Hasta el recuerdo del personaje que te subyuga te ha sido arrebatado.

¡FelicidadEs triunfador de la Nada!


miércoles, 30 de diciembre de 2015

Pérdida



Has abierto
un hueco,
solo
profundo,
para verter
que suene el latido dentro
gemido vacío.
Crees estar solo,
no es así
tu perdida te acompaña
renueva
limpia
aflora
revela lo que eres
lo que estas siendo
lo que has sido
lo que llegarás  ser.
Aquella parada
con estación
te desnuda
te invita a llorar
pero no a que te compadezcas,
pérdida se llama la estación
sombría como tu hueco herido de alma
lavatorio
tu huésped de ahora

sábado, 5 de diciembre de 2015

Un minuto para salvar el mundo



Párate. Un segundo. 
Párate. Una eternidad. 
Párate: respira. 
Párate a observar tu adentro, tu profundidad, tu proximidad.
Quizá hace tiempo que no te paras, 
que sigues ensimismado en todo lo que vendrá, 
que no quedan en ti adherencias porque no consigues verlas. 
Quizá sigues también, esperando al próximo tren,  aquél que te lleva al futuro.
Mientras esperas, das las espalda a tu instante, olvidas el amanecer de este día, y sacudes todos los olores y gestos de las cadencias instantáneas que se suceden a tu paso.
¿Has creído, acaso, que podrás vivir esta maravilla cuando ya suceda? 
¿Acaso crees que la evocación, que aquél viaje de ida y vuelta de Chateaubriand  podrá salvarte?
Cuando envejezca tu instante, éste anunciará la última de sus primaveras.
 Probablemente  no quedará más que aquella evocación, que aquel viaje de vuelta rememorado, 
torpe  y olvidadizo. 
No será otra cosa que carne tratada, almacenada.
Ya será tarde
¿Has creído, acaso, que la fotografía del trastero dará brillo a tu sonrisa, que podrás volar sobre el mismo paisaje que rechazaste cuando lo visitaste por primera vez?
¿Será la melancolía capaz de reconstruir la inocencia inicial de aquella primera visita?
No. 
Lo siento
Para salvar aquél mundo, aunque sea sólo un minuto, no podrás aferrarte a tu supervivencia futura, 
no podrás malgastar ni un segundo más en tu ego.
Para salvar tu mundo, aunque solo sea un minuto, tendrás que pararte
Pararte ante ti, excavar en tus tripas
Y una vez sacudido, ya casi exhausto de tanta belleza
Pararte otra vez, coger tu minuto y segundo con tus manos
Y salvar tu mundo

Para salvar al mundo



(Homenaje a Nachete)

jueves, 26 de noviembre de 2015

escribIR

Este es el verbo en el que me convierto cuando dejo que mi interioridad se transcriba en palabras. Ser este verbo, escribir, no es un momento fácil. Recorre un trayecto que me lleva de la desconfianza en las palabras a la confianza en el proceso.
¿Queda algo de verdad tras la escritura?

¿Estoy escribiendo para mi mismo o para ser leído?

Una elección se me plantea, casi siempre al principio. Si escribo para ser leído, trato de comunicar algo al otro o esa creación propia que creo no ser yo, pero puede que nunca esté seguro de no serlo. Así busco dejar una estela de verdad, de sentido o de belleza que llegue a formar parte del lector.

Si escribo para mí mismo, el escribir, la escritura y el que escribe busca la disolución de sus límites en el verbo. Quizás este proceso haga del escribir un acto válido en sí mismo… no sé; tal vez nunca lo haya experimentado como tal, quizás siempre hubo alguna pretensión de conquistar alguna verdad profunda, de descubrir lo de dentro haciéndolo visible al intelecto, sacándolo o esculpiéndolo con palabras. ¿De verdad hay algo hay dentro? ¿Hay alguien ahí? ¿Hay tiempo? ¿Espacio? ¿Hay siquiera interioridad? ¿O son sólo pensamientos que pasan como ráfagas de viento, sin dirección, sin objeto?...

¿Dónde está mi casa? ¿Quién es ese ‘yo’ que se pregunta por ‘su’ casa? Tan sólo es ‘algo’, un ente indeterminado que tiende a nombrarse para comprenderse, para saberse parte de algo que lo trasciende y con lo que tiende a identificarse cuando deja de nombrarse. Se trata quizás de un yo jerárquico cuya identidad es dinámica, que se define a sí mismo en relación a lo que considera no yo, a lo que llama ‘lo otro’.

Nombrar un yo es poner algo que me es propio, algo de mí, en relación a algo que considero ajeno, externo o periférico. En realidad, eso que hoy veo como externo, podría INcorporarlo al situarme en otro nivel de la jerarquía del yo.

Cada vez más, siento el mundo, a eso que llamamos realidad, como una emanación diferenciada que es propia de cada centro de conciencia. Cada centro de conciencia es un instante desde donde el universo se recrea obedeciendo a las leyes singulares de ese centro de conciencia desde el que emerge el universo.

La idea de universo, en el sentido de un lugar común para todos los centros de conciencia donde todo ocurre simultáneamente es quizás una idea distorsionada para el ser individual; una idea que alimenta al ser social y lo lanza a un territorio de ficción al que concede mayor validez que al propio mundo, como emanación única e intransferible… tan sólo una voz, quizás.

Y queda abierta una pregunta para cuando el instante emerja… llegado el momento de la indagación:

¿Cuál es la relación, o cómo se relaciona el ser individual con el que me identifico ahora, con el ser social o colectivo que se ha construido mecánicamente como escenario para la manifestación del personaje que interpreta este papel en el teatro del mundo?


lunes, 9 de noviembre de 2015

Pobreza



 Rico eres de materia
estúpido en fragancias
mariscos
perlas y azabache,
tu piel se estira
se exhibe
mendiga miradas.
Has perdido las estaciones
el mar,
la castaña, la nieve
y la rosa.
Hueles a jazmín enlatado
y apestas en tu boca.
Pobre ilusión
de riqueza
desenfocada,
por ti no pasan los años
pero padeces la epidemia
no ríes
ya tanto tiempo
no amas
no lloras
has cerrado los ojos
y ya nadie te mira
nadie te ve
sólo eres memoria olvidada



Preludio



Al final,
un desnudo
agua marina
por verla
qué memoria de guardia
en el día,
en la noche
devorado
al vivir,
al mirar
al sentir
Solo


sábado, 7 de noviembre de 2015

Cuando menos es más


Aspiramos a descubrir lo esencial en el vivir y como consecuencia su correspondencia en el plano físico de la materia; la arquitectura como soporte destinado a proteger la vida individual, a elevarla, a prolongarla… a permitir que se exprese de manera espontánea y fluida, potenciando el crecimiento emancipado y la diversidad en su encuentro abierto con el medio natural y con quienes habitan sus contornos.
En ningún caso la arquitectura debiera comprometer el vivir y sí liberarlo de todas las restricciones posibles.
Somos los arquitectos los máximos responsables en la anticipación de las condiciones materiales que canalizan las fuerzas del habitar humano; la civilización pasa por uno de los periodos de mayor incertidumbre e inestabilidad de todos los tiempos; las construcciones arquitectónicas han ido perdiendo progresivamente su carácter de permanencia y atemporalidad; los materiales y las técnicas constructivas ponen de manifiesto la transitoriedad y la irrelevancia de las formas, que se han constituido como moneda de cambio; el sistema del libre mercado se ha apropiado de la obra de arquitectura como objeto de consumo capaz de rentabilizar la inversión a corto-medio plazo, o ya ni tan siquiera eso.
Finalmente nos dimos cuenta de que la arquitectura ha de ser algo más que un producto al servicio de las ʻcapas altasʼ de la sociedad. La arquitectura es la aplicación de la inteligencia humana al servicio de la Humanidad y son momentos como este los que demandan la mayor implicación del arquitecto. Ahora que contamos con datos más precisos, ahora que todos estamos interconectados, ahora que sabemos que cada una de nuestras acciones repercute en resto del planeta... ¿seremos capaces de revelar los acuerdos que sirven a una vida más intensa, más solidaria, más libre o más plena?



sábado, 31 de octubre de 2015

Herrando el tiempo



Furia del viento, danzando
  lanzado como  fuego, 
desgastado en su uso, en su abuso
 y la velocidad gobernando el paso, la cadencia,
 cada tempo físico de las arterias. 
Siempre es necesario parar para volver a verse, 
para entender qué pasa, 
quiénes somos, 
detenerse, 
definitivamente 
detenerse.

Carne podrida



Ha sido patético visitar aquél cuerpo podrido, despegado de sí. Ha sido como recrear con una marioneta y sus hilos, a un muerto. El pasado huele, a veces, a carne putrefacta. Pero no porque realmente halla en él, hueco para la pudrición y su elogio, sino porque es nuestra forma de mirar y entenderlo quien nos lleva a verlo así.  No hay nada en el pasado que tenga consistencia. No puede haber basura, si lo pensamos bien, que aguante tanto tiempo a la intemperie. El verdadero problema reside en las fuentes refrigeradoras de los pensamientos. Son éstas, las que se encargan de guardar toneladas y toneladas de carne en mal estado a baja temperatura. El cuerpo de la mente es generoso en vanidad y muy rácano. No se desliga de nada, gusta de consumir y roba si es necesario. Se muestra casi siempre deseoso de engullir y no padece anorexia. Ese es su gran poder y nuestra gran carga. Suele salir durante el día a vender las provisiones adquiridas, se las lanza al tendero, a los amigos, al compañero de trabajo, y se pelea con el tráfico y escupe al silencio. La noche es su atributo y el almacén donde trajina con el contrabando. Se nutre de todo lo peor y no diferencia fragancias.
¿Qué hacer entonces con el pasado, con su carne? Nada de nada. No puede hacerse nada, porque el olor no emana de aquella carne sino de los fogones que la calientan. La pudrición no proviene de aquellas historias o heridas, no es heredera de lo que nos pasó y tampoco se retroalimenta como si los duendes siguieran moviendo, a su antojo, las historias ocurridas. La carne huele a podrida porque, quizá, hemos vestido a nuestro cuerpo de carnicero salvaje, hemos disfrazado el alma de degollador o guillotinador. Echamos la culpa al vecino del pasado, nos removemos por dentro como si aquél fuera el culpable, y olvidamos que la cuchilla descansa sobre nuestra mano. El pasado no tiene espesor ninguno, no tiene carne a la que atarse o filetear. No hay nada en él que huela realmente mal. Es  nuestro presente quien insiste en tener la cocina del restaurante abierto hasta el amanecer.
Y el humo es sabio, también el olor: se anuncia desde las chimeneas y los vestíbulos con su bocanada desagradable. No puedo imaginarme ninguna cocina limpia que antes no ha sido lavada con lejía, aire limpio y algún que otro baño con azufre. Supongo que la carne no tiene la culpa de nada, que no está podrida ni apesta. Que es sólo una cuestión de factura,  perspectiva, higiene y aceptación. Creo que un poco de tomillo y laurel no nos vendrá mal. Y todo ello aderezado de simpatía, buen humor y alegría. Seguramente los olores no serán los mismos en esta pequeña ciudad que todos tenemos dentro, y seguramente así, hasta puede que vengan a visitarnos y compartir nuestra mesa…


miércoles, 30 de septiembre de 2015

Incertidumbre necesaria



“Una sensación de certidumbre, de satisfacción y de finalidad que surja demasiado pronto puede resultar catastrófica”. Tan catastrófica como nuestra necesidad acabada y dirigida; escrutada de la realidad. No existe realmente, y en las palabras de Pallasmaa se describe, una relación con el mundo que pueda carecer de incertidumbre. 
De hecho, ¿no es peor la sujeción y el control desmedido? 
Por supuesto que hay en sus palabras el rastro del maestro, como lo nombra Kierkegaard, la sombra del Descartes anciano que anuncia su vejez, visitando la ignorancia y explorando cada descubrimiento como nuevo. El mundo que rastrea nuestra cultura sólo pretende creer en que el tiempo nos hará más sabios e inteligentes. Más astutos y preparados. Pero, tal y como dice aquél maestro: “mis esfuerzos por instruirme sólo me habían servido para hacerme descubrir más y más mi ignorancia”. 
Supongo que asumir esta realidad es todo un reto, pero supone un alivio cuando se refunda como máxima. Si no hemos venido aquí para asumir la acumulación del prestigio de la sabiduría personal, quizá, podamos entender aún más, la fortaleza que el presente, como único espacio real, tiene en todos nosotros. Ya no existirá la lástima que brota en la cabeza cuando se siente uno desconocido o perdido, cuando se ve empujado a buscar y buscar para sentirse invadido de gloria y riqueza. 
Si la incertidumbre o la falta de certeza fueran más "catastróficos" que la estabilidad de las ideas, probablemente este mundo viviría en continua y creativa revolución; al menos, silenciosa. Sin embargo, salirse de la acomodada percepción del mundo, huir de la asequibilidad del relato, procurará un desconcierto que al sistema no le interesa. La sociedad del consumo no puede entrar en descubrimientos e incertidumbres. No puede ni desea fijarse en más que lo acabado. Ni pretende verse envuelta en carnes del mundo podridas y olorosas: la degustación de la realidad debe darse sublimemente en bandejas, en mentiras y en dulces insultos.
Toda forma de desconocimiento, todo malhechor que se niega a aceptar su totalidad acabada es, definitivamente, un pájaro sin nido ni canto.
Me parece que queda claro: si los maestros confiaban en la servidumbre y el desprendimiento; en la insatisfecha brecha de lo no descubierto y la inacabable línea imaginaria de lo que queda por descubrir, es porque acostumbraban a mirar en la profundidad, desde una visión “desenfocada” que alumbra la rebelión y calienta el fuego de las ideas. Aquella gran tristeza que vivimos todos, tras el despampanante juego de luces de circo,  nos ha hecho acreedores de la estupidez de la razón acabada, la que es nuestra y a su vez no es de nadie. Vivir en la certeza, quieren y queremos. Pobres ilusos.
El mensaje al contrario es claro y sólo tiene un rumbo: incorporar la incertidumbre y el "desconsuelo" a nuestra dieta emocional son, a buen seguro, el mejor de los antídotos contra nuestra falsa necesidad de sabiduría, paz y consagrada calma.
Sólo así podremos vivir tranquilos

Incertidumbre



¿Queda alguien ahí fuera que no haya sido presa de la incertidumbre? ¿Puede haber un mundo emocional desprendido en algún lugar de ella? ¿Existe alguna fuerza que ayude a soportar la pérdida o el desajuste del tiempo?
No sabría responder si existe o no alguna razón para creer que así es. Pero estoy seguro que un acuerdo de paz con la incertidumbre es indispensable. Pensar la vida como una situación lineal donde lo acabado ocupa el primer espacio del caminar es, por definición, un despropósito. Argüir estrategias que se encaminen a suavizar su poder destructivo también. La incertidumbre es tan necesaria como la vida misma a la que se sujeta, y no entender su normal funcionamiento, es lo que realmente provoca la parálisis.
Es cierto, que hemos venido por algo, que necesitamos crear  un estado de situación en el mundo. Es normal, además, que nos mostremos dudosos y extenuados cuando las situaciones que irrumpen en nuestra vida asolan nuestro paso.
¿Pero, qué se puede esperar de los cambios, los lugares de transición y las paradas de autobús? 
No han sido creadas, precisamente, para consolidar, sino que intentan reformular lo pasado y provocar una nueva toma de conciencia. Intentar apuntalar los paradigmas a los que estamos acostumbrados, sólo ayuda en una dirección: la protección del miedo y la cubrición de nuestra zona de confort. El riesgo real es una situación que asusta y enmudece, que enfría poderosamente nuestro comportamiento.

 La incertidumbre, en su justa medida, organiza un espacio creativo que es consustancial a la vida. No existe una sin la otra: se retroalimentan. Lo malo es que la entendamos como una suerte de aflojamiento y decadencia intelectual. Que veamos en ella el punto crucial de una previsible derrota; vamos, que la hagamos fuerte desde los reproches, los miedos y las confusiones. En ese caso hay que llevar cuidado porque la astucia de la mente suele generar un circo que desde nuestra falsa interpretación nos puede llevar a la lástima y la caída. 
Aceptar la incertidumbre desde el hermanamiento podría apoyar la tesis, defendida aquí, de que es necesario acceder a un campo más amplio de visión en donde su naturaleza vive en sana comunión con  nosotros. Si queremos un mundo lineal sólo alcanzaremos la felicidad en otro mundo u otra vida, pero en ésta, la empresa parece difícil. Así que hay que combatir y afrontar -como un juego que participa y se recicla- en el jugo interior de la incertidumbre, en su profundidad, y no tanto en su superficie; la que afea su realidad y la pervierte, la que suele mentir más que aportar ninguna verdad. En aquella profundidad, la misma que todos tenemos, reside un papel que sana y corrige, que recicla y ayuda a avanzar, en la seguridad de que todo lo que nos pasa, a buen seguro, podrá encontrar la mejor de la soluciones.