miércoles, 30 de septiembre de 2015

Incertidumbre



¿Queda alguien ahí fuera que no haya sido presa de la incertidumbre? ¿Puede haber un mundo emocional desprendido en algún lugar de ella? ¿Existe alguna fuerza que ayude a soportar la pérdida o el desajuste del tiempo?
No sabría responder si existe o no alguna razón para creer que así es. Pero estoy seguro que un acuerdo de paz con la incertidumbre es indispensable. Pensar la vida como una situación lineal donde lo acabado ocupa el primer espacio del caminar es, por definición, un despropósito. Argüir estrategias que se encaminen a suavizar su poder destructivo también. La incertidumbre es tan necesaria como la vida misma a la que se sujeta, y no entender su normal funcionamiento, es lo que realmente provoca la parálisis.
Es cierto, que hemos venido por algo, que necesitamos crear  un estado de situación en el mundo. Es normal, además, que nos mostremos dudosos y extenuados cuando las situaciones que irrumpen en nuestra vida asolan nuestro paso.
¿Pero, qué se puede esperar de los cambios, los lugares de transición y las paradas de autobús? 
No han sido creadas, precisamente, para consolidar, sino que intentan reformular lo pasado y provocar una nueva toma de conciencia. Intentar apuntalar los paradigmas a los que estamos acostumbrados, sólo ayuda en una dirección: la protección del miedo y la cubrición de nuestra zona de confort. El riesgo real es una situación que asusta y enmudece, que enfría poderosamente nuestro comportamiento.

 La incertidumbre, en su justa medida, organiza un espacio creativo que es consustancial a la vida. No existe una sin la otra: se retroalimentan. Lo malo es que la entendamos como una suerte de aflojamiento y decadencia intelectual. Que veamos en ella el punto crucial de una previsible derrota; vamos, que la hagamos fuerte desde los reproches, los miedos y las confusiones. En ese caso hay que llevar cuidado porque la astucia de la mente suele generar un circo que desde nuestra falsa interpretación nos puede llevar a la lástima y la caída. 
Aceptar la incertidumbre desde el hermanamiento podría apoyar la tesis, defendida aquí, de que es necesario acceder a un campo más amplio de visión en donde su naturaleza vive en sana comunión con  nosotros. Si queremos un mundo lineal sólo alcanzaremos la felicidad en otro mundo u otra vida, pero en ésta, la empresa parece difícil. Así que hay que combatir y afrontar -como un juego que participa y se recicla- en el jugo interior de la incertidumbre, en su profundidad, y no tanto en su superficie; la que afea su realidad y la pervierte, la que suele mentir más que aportar ninguna verdad. En aquella profundidad, la misma que todos tenemos, reside un papel que sana y corrige, que recicla y ayuda a avanzar, en la seguridad de que todo lo que nos pasa, a buen seguro, podrá encontrar la mejor de la soluciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario