sábado, 25 de febrero de 2012

Bonet, una luz en La Manga.


Una torre
En un desfiladero infinito, ella sola. Entre un mar embravecido, ella sola. Entre gritos y silencios, ella sola. Ella sola dominando todo. Atónitos quedan  los infelices que siendo más altos son más desgraciados. La torre y su humildad. Su despejada piel frente al sol dibuja la silueta pretérita del  inicial sueño.



miércoles, 15 de febrero de 2012

Casa 4 en 1_ La Manga del Mar Menor_ Cartagena

1 familia/3 generaciones: independencia & interdependencia



Un gran paralepípedo, caja sólida, serena, contenida. La primera imagen que capta la retina es la de una vivienda de líneas claras, espesas. Hay que cruzar un umbral, el primero de ellos, el de la calle, desde ahí comienzan las revelaciones, sin embargo todas se expresan progresivamente. Cruzamos al jardín, y la vivienda propone circular en torno a ella, nunca directamente. El camino se desarrolla en un itinerario donde las superficies y texturas de los materiales marcan y dirigen los cambios y el tránsito que nos conduce a la parte posterior de la casa. En ese punto, todavía, no la conocemos. El espacio arquitectónico hace su aparición, cuando cruzamos el segundo umbral; el vestíbulo. A partir de ahí, la caja que era espesa y racional desde el exterior, comienza a volverse más transparente, líquida. Primero en la sección, cuando en las escaleras que dan acceso a las diferentes viviendas aparece la luz inventada, filtrada a través de los peldaños de la escalera. Hay que esperar un instante, el que termina por quebrar la planta y fracturarla. Es otro umbral, otro límite, el que da paso a los diferentes apartamentos; en total cuatro. El espesor y la liquidez vuelven a ser aquí nuevamente energías opuestas que se complementan. De un lado encontramos una primera zona de habitar que resume, con matices, la idea de Chermayerff y Alexander de la “esclusa”. La zona más privada y de descanso de los apartamentos, donde se encuentran los dormitorios, se localiza al comienzo de la vivienda, apartada de la zona colectiva, líquida y volátil del living room. Con ello, se mantiene la diferenciación de los ámbitos espaciales en base a sus necesidades programáticas. Las esclusas o dormitorios, empero, nunca adquieren una condición rígida o estrictamente hermética, sino que puede abrirse siempre y cuando el usuario lo desee facilitando el contacto directo con el recorrido visual y circulatorio de la vivienda.

El umbral abierto, y una vez superados los límites de las esclusas, alcanza su estado líquido en torno a un gran patio de luz que corta la vivienda en dos partes prácticamente simétricas. Éste conecta todos los apartamentos en sección y termina confluyendo en una galería plegada de cristal que actúa a la vez como contrapunto formal y estético de la vivienda, quebrando ligeramente el paralepípedo en su cubierta. Sin embargo, su fuerza expresiva, no es pretenciosamente estética, sino que actúa como motor que canaliza las fuerzas térmicas interiores reduciendo la temperatura de los apartamentos a la vez que monopoliza una de la grades fuentes de luz, ventilación y poética de la vivienda. Quizás el patio constituya el punto que quiebra y a la vez une los espacios; el lugar de las inspiraciones. Sin embargo, no interviene exclusivamente como un organismo autónomo director. Es el usuario, nuevamente, y según las necesidades de movimiento y habitabilidad, el que puede condicionar su funcionamiento, al igual que el de la planta, dotarla de mayor flexibilidad, fluidez, abertura y extensión, o por el contrario, cerrar, recluir y privatizar el espacio según el uso que quiera concederle. De este modo, la vivienda canaliza las energías sólidas y líquidas a partir de los condicionantes del habitar y su acción.
El itinerario progresivo, por lo tanto, desvela paulatinamente los secretos del proyecto, nunca busca ofrecerlos de manera literal y evidente, se subraya así el valor que la circulación, el espacio y el habitar tienen en el proyecto para su descubrimiento final. El último de los umbrales desvela ese final; oculto y distante al comienzo encuentra al fin su tan anhelado seguimiento. El paisaje y el mar reaparecen después de esa larga circulación que comenzaba en el límite divisorio entre la calle y la zona privada y familiar de la vivienda. El usuario encuentra en el marco, otro nuevo marco panorámico; el de las terrazas desde el cual mira y contempla el lugar, la otra gran verdad del proyecto: ofrecer el mar.

En ese momento confluyen las sustancias que la luz exterior natural y la luz interior del patio ofrecen, multiplicando los contrastes, las superficies, las imágenes, los sonidos, y los fenómenos. El último límite, el definitivo, ha adquirido el estado supremo de la liquidez, prácticamente ha desaparecido, las carpinterías pierden su condición fronteriza y material extendiendo a través de planos verticales de vidrio las posibilidades del espacio interior que termina proyectándose hacia el infinito. La vivienda ofrece ahora su versión más vulnerable, accesible y nítida, la caja maciza, que veíamos al comienzo del recorrido, termina rompiéndose finalmente en las terrazas. Es en ese momento, cuando la vivienda exteriormente ofrece los enigmas del espacio, únicamente ahí. Antes, el proceso, debía producirse por desvelamiento. Revelar los secretos comenzando en los límites, en los umbrales, en las pautas orientativas de las superficies, pasando por las sustancias; por su enfrentamiento y colisión pacífica, hasta llegar a los fenómenos, aquéllos que el habitar y su acción dibujan siempre en la arquitectura.