sábado, 7 de noviembre de 2015

Cuando menos es más


Aspiramos a descubrir lo esencial en el vivir y como consecuencia su correspondencia en el plano físico de la materia; la arquitectura como soporte destinado a proteger la vida individual, a elevarla, a prolongarla… a permitir que se exprese de manera espontánea y fluida, potenciando el crecimiento emancipado y la diversidad en su encuentro abierto con el medio natural y con quienes habitan sus contornos.
En ningún caso la arquitectura debiera comprometer el vivir y sí liberarlo de todas las restricciones posibles.
Somos los arquitectos los máximos responsables en la anticipación de las condiciones materiales que canalizan las fuerzas del habitar humano; la civilización pasa por uno de los periodos de mayor incertidumbre e inestabilidad de todos los tiempos; las construcciones arquitectónicas han ido perdiendo progresivamente su carácter de permanencia y atemporalidad; los materiales y las técnicas constructivas ponen de manifiesto la transitoriedad y la irrelevancia de las formas, que se han constituido como moneda de cambio; el sistema del libre mercado se ha apropiado de la obra de arquitectura como objeto de consumo capaz de rentabilizar la inversión a corto-medio plazo, o ya ni tan siquiera eso.
Finalmente nos dimos cuenta de que la arquitectura ha de ser algo más que un producto al servicio de las ʻcapas altasʼ de la sociedad. La arquitectura es la aplicación de la inteligencia humana al servicio de la Humanidad y son momentos como este los que demandan la mayor implicación del arquitecto. Ahora que contamos con datos más precisos, ahora que todos estamos interconectados, ahora que sabemos que cada una de nuestras acciones repercute en resto del planeta... ¿seremos capaces de revelar los acuerdos que sirven a una vida más intensa, más solidaria, más libre o más plena?



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