martes, 22 de enero de 2013

Autonomía





Si caigo al precipicio tú vendrás conmigo, sujetarás la caída, el despropósito de mi vuelo. Qué lamentable es que tu cuerpo viva en el mío, como pájaro sin vuelo, qué lamentable es que dormites en mis sueños como fiera sin guarida. Del guardián no queda nada, porque sólo eres espejo de mis deseos, de mis huérfanas desidias. Tan despiadado soy que parto tus rodillas para que no levantes más tus ojos, que no me mires, que no llegues a mi barbilla; inútil. Colérico estoy, de verte perderte tanto, de asumir el oxígeno de otros como propio, de vivir helado en la saliva de las gargantas de tus contertulios. Dónde estás tú? Que has perdido tu voz, atragantándote bebiendo. Despojado de ira para atacar y rebelarte. Dónde estás tú? Que enumeras y padeces la epidemia de los otros, los gritas y los persigues. Estupendo huésped de la carroña, de la antorcha de fuego intermedia, del asedio divino y narcótico. Dónde estás tú? Que no te veo, que no te oigo, que no sé quién eres. Da la cara y habla, grita!
Insúltame! Da  la cara!...

No hay comentarios:

Publicar un comentario