sábado, 30 de junio de 2012

Asfalto





Embrutecido está el tiempo, como una tormenta eterna de asfalto oscuro. Todas las calles y escaparates huelen del mismo modo, impersonales, sin compasión. Cada lágrima que veo escapa de mis manos, huye despavorida sin dar tiempo a hablar con ella. Cada rostro desfigurado susurra cosas, pero no las cuenta. Tal ha sido la desdicha que nada ni nadie habla, que nadie abre los ojos, cerrándolos con esclusas de acero. Todo ese asfalto angustia tanto que el camino ya no se empieza. Cada paso que damos es ruido, cada aliento bocanada.  Silencios que se apagan y no se miman. Disueltos en la velocidad de la locura cada sendero lento supone un gesto de rebeldía contra el sistema. Demolidos los tímpanos por el asfalto de la autopista del tiempo, nuestra mirada entornada mira tras una ventana rasgada en la que sólo la punta de nuestros dedos es libre. 

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