Inquietud
Parpadea la inquietud.
Hoy está aquí, mañana allí. Como una suerte de oscilación interminable, desparramada
sobre la escalera, líquida, imposible de tocar. Hoy reposa en la calma, mañana
agarra la batalla. Como un devaneo de cosa insólita, imprevisible, alocada.
Mañana construirá el sonido de las gaviotas, pasado será araña tejiendo la
tumba.
Atardecer
Ni la noche ni la mañana, sólo el atardecer
será amigo y abrigo de mi vida. Qué hacer para vivir en entretiempos, entre
soles y lunas. Vestirme o desnudarme ante un sol de justicia. No poder
enamorarme por un miedo invisible que me mira con mis ojos; que es igual que
yo. Esa historia partida, entre continentes congelados, inmóviles, incapaces de
acercar su puerto para que eche el ancla.
El mundo así, tan desmenuzado e
inconsistente que aprendo a resbalar y no morir, a respirar abejas y no sentir
el veneno, a llorar como mar y no ahogarme sin respirar. He de aprender a vivir
ahí: en ese atardecer inmenso en el que el sol no volverá a tocar nunca más a
la luna.
Lento
Lento, tan lento que
paran las sombras, que se arrodillan y descansan, que me miran congeladas
anhelando a su dueño, que se desprenden en libertad discontinua. Lento, tan
lento que las lágrimas del rocío de la lluvia mueren y viven en el aire;
suspendidas, como instantes eternos dibujados con cemento. Lento, tan lento que
el silencio habla milimétricamente sobre las cosas, las escucha y las nombra.
Lento, tan lento que para el mundo, y comienza la vida…
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