viernes, 30 de mayo de 2014

La disciplina del proyecto

 

¿Se puede proyectar desde una disciplina? ¿Es posible identificar un método o metodología que sirva para proyectar? Cada arquitecto elige un camino o recorrido que envuelve su aventura en lecturas, teorías y praxis. Cuando empezamos a proyectar elegimos una infraestructura de trabajo. No podemos, por mucho que lo intentemos, divagar en un grado cero de referencias. La escritura del proyecto, muy al contrario de lo que Barthes escribía, no se reduce a un “grado cero de la escritura”. De hecho ya hemos sostenido cómo intentamos que todo lo vertido hasta la fecha y lo que venga, componga un corpus con más o menos densidad que nos sirva para comenzar e iniciar nuestra andadura. No hay grado cero ni puede articularse nuestro discurso desde un territorio desconocido o inexistente. Cuando Marina Waisman escribe su fundamental ensayo “La estructura histórica del entorno” ya identifica, de partida, un cúmulo de identidades o vertido cultural que disgregado y complejo reaparece como lugar para el proyecto. Si bien es cierto que esto en ocasiones se olvida, o lo que es aún peor se amanera o pervierte, nos encontramos ante la necesidad irrenunciable de entender que el lugar posee una carga que es imposible rechazar. La pregunta que gira en torno a esta situación, es si somos capaces de ligar el diseño de la idea proyectual a la naturaleza del entorno y su habitar. ¿Podemos realmente hablar de una arquitectura de su entorno? ¿Somos capaces de distinguir las raíces del lugar y sus campos siempre activos del habitar civilizatorio? Me arriesgaría a señalar sin temor que la arquitectura ha demostrado mucha pereza en el camino que supone este esfuerzo. Casi siempre han sido otros componentes los que han jerarquizado las fuerzas e iniciativas frente al proyecto. Lo que he podido comprobar durante estos meses que llevamos trabajando, es que nos estamos empeñando en señalar una oferta metodológica que todavía no tiene nombre pero que pone todo su interés en el estandarte por excelencia del ejercicio disciplinar: el hombre. Nos sitúa ante un desafío casi antropológico que busca descifrar las leyes primarias que definen la naturaleza del habitar en toda su extensión. No sé si es atrevido u obstinada nuestra propuesta, lo que es seguro es que se origina desde lo que somos como personas, antes incluso de los que ofrecemos como profesionales. Por eso, creo, que todo lo que ahora se proyecta y explica, todas las líneas de abajo y las que seguirán, son el testimonio de ese intento: el maravilloso encuentro con el lugar, con el entorno, en la seguridad de que todo comienza ahí y vuelve ahí en ese viaje de ida y vuelta que la buena arquitectura siempre ofrece. Quiero expresaros mi agradecimiento por vuestros comentarios; los de Pedro y el fabuloso Nacho. Gracias por creer que podemos hacer arquitectura con un poco menos de arquitectura. Que se puede responder con honestidad a los Reyes Magos si caer en las fantasías de las formas ilusorias. Que se puede proyectar otra arquitectura menos universal y más concreta: para el aquí y el ahora. Gracias, simplemente, por creer que la arquitectura puede ser tan sólo eso, o nada más que eso: el espacio construido del murmullo cotidiano.
(Extrato de las memorias y reflexiones vertidas en torno a una serie de proyectos en desarrollo)