domingo, 22 de junio de 2014

Promesa de aire




Prometo no enojarme, 
no esconderme más que ya lo hacen mis personajes
Prometo serte fiel al apagarse la luz, 
sin mentirte más que la luz lo ha hecho al desvanecerse
Prometo no perderme en amaneceres sin partirme la crisma, desolado por el encuentro
Y fortuito soy, 
tan espontáneo como mi lengua voraz que no calla,
 si tú no la besas antes. 
La penumbra es terca y maldita, 
pero sigue siendo el lecho en el que duermo. 
Suspirando sombras medidas, salvajes.
Y a duras penas escaparé de las lástimas 
porque irreductiblemente son ya las mías…



viernes, 13 de junio de 2014

Hay que sacarle la lengua al mundo


Jumilla parcelas

Es la misma tierra la que expresa su arquitectura. La misma necesidad, el mismo lugar, el espacio más inmediato, la sobreabundancia de lo cotidiano. Parecía al comienzo, a  nuestra llegada, que las lastimosas caídas del sol sobre el cogote se harían insoportables. El lugar derramaba hostilidad pero también belleza. Había que apostar hacia donde se dirigiría la balanza. Nos salvaron los almendros, las oliveras centenarias. Nos salvó ver crecer desde la tierra los pequeños almendros, que obstinados, se inmovilizaban ante la dura caída del sol. “Almendros inmóviles” que sustituyen a las encinas que relata Miguel Ángel Asturias, pero árboles al fin y al cabo. Criaturas protectoras que casi sin espesor en sus copas recogieron la comida, la charla y el gazpacho. Poco quedó del delirio urbanita, casi desconocido y extinguido a ráfagas en las laderas vecinas. Precisamente unos vecinos; lugareños del lugar, cuatreros de la sabia del mundo nos sirvieron de guías. A la cabeza Amador, propietario de las parcelas, exhumador de vientos y tierras. El coloquio fue abierto y atrevido. No quedó despojo de vergüenza ni arrepentimiento, sino sólo valentía. En aquél lugar, ante los ojos atónitos de los presentes, don Amador lanzó una de sus máximas: “hay que sacarle la lengua al mundo”. Y nosotros que venidos de la ciudad habíamos visto quebrada nuestra ilusión por la falta de agua y la improbable osadía de las ovejas alpacas, vimos como todo nuestro sistema nervioso hervía y sacudía nuestro cuerpo. Uno no sabe muy bien qué encontrará en aquellos lugares que visita por primera vez, pero resulta extraño que la voz del pueblo desafíe con tanto descaro a los “torpes” ciudadanos visitantes. Conocedor como ninguno del lugar, Amador nos retó y propuso el desafío. Ni la comida, ni el gazpacho suavizaron el ronroneo que se prolongó durante el resto de la mañana. Más tarde, ya solos, visitamos toda la parcela, su arbolado, sus piedras y vistas.

   Sombras, tierras y gazpacho

 El cuerpo de la arquitectura está allí, sin duda. Tanto su cuerpo estructural como su cara y figura. Creo, que es una oportunidad directa para sacar el máximo aprovechamiento de lo existente (cualidades granulométricas etc) sin buscar formas ni parecidos. Poco o nada queda entonces del anterior proyecto con aroma italiano, que  demuestra  lo importante que es empaparse de la “carne del mundo” para proyectar. Sobran las palabras.

Materia y energía. Jumilla

Al caer el medio día nos acercamos a Pinoso. Casi forajidos caímos en la plaza del ayuntamiento. Buscábamos preexistencias, lugares de la identidad. Buscábamos espacios singulares que hablaran de los orígenes y la cadencia del tiempo. Poco o nada encontramos, salvo la triste y generalizada estela de la mala reproducción de la ciudad y la famosa “puerta de la suegra”. Elevada como una patada en el culo que expulsa los malos y desafortunados huéspedes de la arquitectura. No exenta de significado marcó nuestra visita, y es que a veces, la mala arquitectura, encuentra en los lugares del humor y la ironía la escasa fortuna que le salva; aunque sólo sea para el rato de café posterior. Afortunadamente no tuvimos que entrar para posteriormente ser expulsados del paraíso. Nos quedamos fuera. Es preciso que señale que nuestro tiempo fue leve y casi ingrávido. Menos mal que no nos quedamos a dormir. Seguimos insistiendo en las preexistencias, no queríamos abandonar. 

Puerta de la suegra. Pinoso

Desde Pinoso a Jumilla. Pasamos por los Juzgados que han perdido su piel; su fachada compensatoria diría Frampton, y desde ahí hasta la Plaza de Arriba, hoy trasformada en pista de patinaje artístico. Quizás; como dijo otro sabio de lo cotidiano, hayamos llegado tarde y sólo nos queden los higos podridos para la merienda (esa era ya la hora), pero, ¿Llegamos tarde o demasiado temprano? Me entristece profundamente que la arquitectura haya olvidado que aquellas leyes milenarias de la sombra, el agua y el aire ya no son tan necesarias. Me entristece profundamente que la delicada incursión de las nuevas formas arquitectónicas favorezca la caída y desestime la comodidad. Aquél visitante del día a día, de los cien mil amaneceres tenía la garganta tan grande que su verdad nos encogía.
¿Qué contestar?
Nada o muy poco.
Ante los grandes maestros uno debe mantenerse en silencio. Hubo otros, sin embargo; como pasa mucho en la disciplina, que prefieren salir corriendo y tapar los tímpanos. Que son herederos de una cultura de élite que no está dispuesta a remangarse y tirarse al suelo (los suburbios de la ceguera). Me entristece, nuevamente, que esos círculos sigan dominando las arquitecturas de lo cotidiano.
Queridos maestros de la mañana y la tarde, de las diez mil cosas y de ninguna. No sé si llegamos tarde o temprano, con acierto o con torpeza, pero esperamos no separarnos nunca de vosotros.

Desde Jumilla con amor…Amador del mundo

Plaza de Arriba. Jumilla



domingo, 1 de junio de 2014

Una casa como yo

Una casa para un niño, para la Vida que emerge desde ahí... desde su infancia, con toda la inocencia que brota de su no saber, y vivir en este lugar de asombro casi permanente, siempre vivo... sorprendido de lo que se le escapa aunque pretenda atrapar por todos los medios, con toda su fuerza e inteligencia, con todo su Ser aún y siempre incompleto... asumido así. Como esa aventura o ese romance con la pompa de jabón  impulsada por el aire a la que ama sin saberlo aún y que desaparece cuando la toca... aunque sea sutilmente... ¿Quién ha inventado este mundo tan loco? Aquí, ni siquiera puede acariciar lo que ama porque descubre que el amor es él mismo jugando con todo alrededor, tocándose en las pompas y escuchándose en sus carcajadas, en los ecos del jardín, sintiéndose en las hojas de ese árbol que se sueltan para regresar a la tierra y alimentar la Vida... una y otra vez, una y otra vez. Esta es la esencia de su inocencia... totalidad indivisa en un jugar sin principio ni fin.















No podemos establecer un código legítimo que gobierne el proyecto... siempre se nos escapa como lo hace la pompa de jabón... pero sí podemos emerger con él... desde aire que encierra y desde el aire que lo envuelve... desde ese extenso campo de posibilidades que dibuja una fina envolvente que lo es todo cuando en realidad aspira a ser nada... en esa película fluctuante entre el aire de adentro y el de afuera nos vamos a dejar llevar... en sus componentes, en su alquimia, en su capacidad de regular la permeabilidad entre esos dos mundos que en lo profundo es uno solo. Vivir dentro, vivir fuera... ¿Es esto importante aquí? ¿Qué ámbitos se nos definen en este micro universo?... ¿La calle? Un mundo hostil en su apariencia, otras razas y culturas, otras tensiones en sus cuerpos, otros mundo más o menos compatibles con el propio, más o menos complementarios... ¿El espacio diáfano que envuelve al jardín? La sombra de lo natural y de lo construido como un abrazo que no se suelta, como una danza que no cesa... árbol desnudo en invierno, comenzando a brotar en primavera, dando frutos en verano, acariciando el viento con sus hojas que bailan... soltándose llegado el momento para regresar al suelo y vestirlo con su manto de otoño... un columpio va y viene... no hace falta subir siquiera... hoy dormiré junto a las estrellas, en la hamaca que cuelga del cielo... y mañana,... mañana quizás suba la escalera y me embarque en un viaje sin destino, por el placer de viajar... esta es la casa de un viajero inmóvil, un niño siempre a punto de nacer... ni siquiera un niño por lo tanto... un espacio de emergencia, quizás, una circularidad donde todo lo que va regresa al mismo lugar modificado, más ligero, más sabio, más árbol, más pájaro, más pluma... 

El diseño humano como herramienta de proyecto















Sí querido amigo... este es el reto y quizás el proyecto está trazado desde este punto de partida que, de manera inconsciente, ha ido surgiendo en esa secuencia de dibujos que aún no han sido recopilados... este es el paso atrás que nos permite seguir avanzando desde la comprensión de nuestros procesos y desde la intuición de los que quizás se sucedan a lo largo del camino. Un vaivén de columpio que cada vez está más alto... hasta llegar al punto de quietud tras haber cesado el impulso conscientemente... el punto; ese instante donde emerge el viajero inmóvil

Si ves, aquí aún no reconozco la palabra patio... el espacio que presiento no me recuerda a ninguno... ni siquiera la tapia. Puede que ambos lo sean y pasen a formar parte del catálogo de espacios y cerramientos intermitentes... no me importa aquí... de lo que se trata es de vivir este proyectar sin ser ni el proyectista ni el proyecto... solo el verbo; de vivir y ver desde esa película de sustancia trasparente que envuelve un fragmento de aire y es empujada por todo lo demás... eso sí, inmersa en una climatología absolutamente específica: Estrella 10, Cartagena, a 28 de febrero de 2014... en compañía de todos mis verbos y de quién los reconoce y los aviva... Gracias Juan, Gracias Vida!!

para terminar citando a Borges:

Laberinto
No habrá nunca una puerta. Estás adentro
Y el alcázar abarca el universo
Y no tiene ni anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
Que tercamente se bifurca en otro,
Que tercamente se bifurca en otro,
Tendrá fin. Es de hierro tu destino
Como tu juez. No aguardes la embestida
Del toro que es un hombre y cuya extraña
Forma plural da horror a la maraña
De interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
En el negro crepúsculo la fiera.
«Elogio de la sombra», Obras Completas,
Buenos Aires, Emecé, 1989, vol. II, pág. 364


(Extrato de las memorias y reflexiones vertidas en torno a una serie de proyectos en desarrollo)