viernes, 25 de octubre de 2013

Perdido


 
Hoy no encuentro el lugar donde pisé ayer. No veo las huellas de mi caminar. Me he empapado bajo la lluvia siguiendo su rastro, pero nada. Estoy perdido? Releo en el aire aromas desconocidos y encuentro olores a castañas y fuegos. La ciudad no me lleva, se para, no me dice, me instiga al silencio. Estoy perdido?

Oigo llorar velocidades, humear todos los paisajes y grito para acallarlos, pero el ronroneo se instaura en los tímpanos. Estoy perdido? Escucho a la melancolía, con su ruta de ceguera y peso anodino. Me mira y vacila. Quieta se arrima, me sacude y traslada. Insiste en voltear mi cuerpo. Estoy perdido?

La ciudad se despide en todos sus vértices, se desprende, evade mis preguntas. Se llena de rutas de espesor y solidez. Olvida lo cotidiano y se empapa de limpieza. Y la llanura es casi siempre subida. Desprendiendo aluviones de piedras que golpean.

Qué hay de aquella ciudad donde perderse convertía a los hombres en huéspedes de lo cotidiano? Qué hay de aquella ciudad donde la tierra ensuciaba todo, con sus torpezas de árboles y ridículos amores? Qué queda de insinuar en silencio sin la irreparable necesidad de lo acabado?

Estoy perdido por amar otra ciudad?

Estoy perdido por seguir soñando con su tierra?

 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Una voz... Quizá

A veces me siento a escuchar y una voz me susurra que todo esto que estamos viviendo es un ensayo, una puesta a punto para otro nacimiento, y que, de alguna manera, la tierra, no ya el planeta sino su propia sustancia, es otro vientre materno que nos acoge y alimenta. 
Tarde o temprano, los cuerpos, que nos permiten tener esta experiencia de vida, volverán a fundirse con ella, la tierra, sin llevarse nada; absolutamente nada. Hasta su propia materialidad se esparcirá y se transformará en otra cosa, o en otra casa... Quizás
Presiento que ya es hora de aprender a disfrutar de este misterioso viaje, sin hacer propio nada de lo que otros nos cuentan; ellos, pasaban por aquí para vivir sus propias experiencias y compartirlas, a la luz de la luna, o bajo la sombra de un árbol... Quizá