lunes, 31 de diciembre de 2018

Despedida del año con "buenos alimentos"





"La arquitectura tiene un motivo interior: la idea de crear un paraíso. Este es el único propósito de nuestras casas. Si no llevamos este pensamiento entre nosotros, todas nuestras casas serán más simples y triviales y la vida no será digna de vivir"


Alvar Aalto


jueves, 13 de diciembre de 2018

Carta abierta a un compañero de profesión

Sr. Arquitecto:
Ayer me enviabas un enlace a tu web por el móvil. Sólo eso... Pude leer que regresabas de recoger el premio de construcción sostenible 2018 y por escrito dabas gracias a 'todos y cada uno' de quienes que te ayudamos a conseguirlo (o recibirlo, si lo prefieres así), pero una vez más vi -ya sin sorpresa- que mi nombre no aparecía. No te faltó decir el nombre del político y el presidente de la fundación que seguramente harían un gran esfuerzo para asistir al evento, debido a sus apretadas agendas. No sabía que habías presentado la obra de 'tu' autoría a estos premios, pero agradezco tu delicadeza al enviarme ese enlace a la noticia que compartes en tu blog. Francamente, no entiendo por qué ni para qué lo hiciste.
Te di la enhorabuena. Dicen que es de buena educación. Pero también aproveché para mostrarte mi malestar por haberme sentido -como tú bien decías- desplazado. Yo, en este caso, diría anulado. Ya ocurrió algo parecido hace unos años con un artículo que te publicaron en una revista. Un artículo del que yo también fui autor, aunque mi nombre no apareciera. En aquella ocasión fue debido a un descuido por el que, seguramente, te sentiste avergonzado, aunque es muy probable que no sea la palabra que mejor describa tu sentir de aquellos instantes. Bien es cierto que hiciste todo lo posible para que quedara patente el error en la fe de erratas del siguiente número de la revista. Al menos fue eso lo que te encargaste de trasmitirme. Esta vez ha sido diferente. Ahora me escribes que ha sido semi-intencionado porque, según me cuentas, tú me inscribiste como arquitecto en la ficha pero que 'ellos' lo rectificaron porque en los documentos aparezco sólo como colaborador. ¿Quiénes son ellos, compañero?
Luego me escribes que te gustaría que mi nombre aparezca pero, como se trata de un concurso de sostenibilidad y mi aportación sólo ha sido en el diseño, que eso no te parecía lo correcto. También compartes conmigo que has invertido grandes esfuerzos en buscar concursos y en redactar memorias, montar paneles, ... y que yo solo reclamo el esfuerzo y el trabajo realizado cuando la vivienda gana.
Desconozco a qué concursos has presentado la vivienda y te agradezco, como ya lo hice en su día, que me enviaras un certificado de que quedamos finalistas en unos premios, aunque fuera a toro pasado. Es cierto, no te pregunté cuál había sido el trabajo de preparación. Quizás me extrañó que no quisieras compartirlo conmigo como compartimos los artículos de los dos primeros proyectos en los que colaboramos. Me pregunto por qué en aquellos premios sí decidiste pedir un certificado para dejar constancia de mi reconocimiento y en este ni siquiera te tomas la molestia de que aparezca mi nombre. No te reclamaba ni exigía nada. Aquel gesto de cortesía salió de ti. Quizás se debía a que la publicación del último artículo estaba muy reciente y por eso recordabas que mi aportación había sido relevante.
 No estoy reclamando ni exigiendo nada, pues ya sabemos que no hemos hecho bien las cosas del el primer día. Partíamos de un proyecto ya visado donde tú figurabas como autor. Decidiste confiar en mí para replantear el diseño de aquella vivienda, convencido de que juntos podríamos hacer un proyecto más respetuoso con las necesidades de tu cliente -creo que hicimos un buen trabajo- y yo también confié en ti, aunque en aquel momento acordáramos que aparecerías tú como único autor del proyecto para agilizar los trámites de visado. Experiencias como esta me recuerdan, una vez más, que no es saludable para mi depositar tanta confianza en los compañeros de profesión cuando se trata de compartir proyectos.
Veníamos de conocernos en un curso de bioconstrucción a finales de septiembre de 2013. En cuanto me propusiste participar en esta nueva etapa del proyecto te sugerí empezar un proyecto de cero y utilizar la tierra como materia prima dominante en la construcción. Se trataba de una excelente oportunidad para aprovechar todo lo aprendido en aquel curso juntos. Al principio nos asustaba la idea ¿Recuerdas? Pero poco a poco fuimos llegando ahí gracias a que tu cliente era una persona sensible a nuestras propuestas y depositó su confianza en nosotros.
Como no puede ser de otra manera -al menos para mí- hicimos el diseño considerando las capacidades mecánicas, así como el comportamiento higrotérmico y otras muchas propiedades de los materiales y de los efectos que las condiciones del entorno: atmosféricas, lumínicas, acústicas... tienen sobre ellos en relación al ser humano. También -¡cómo no!- tuvimos en cuenta las orientaciones. (No soy un experto en sostenibilidad, pero tú tampoco lo eras en aquel momento). Todo buen diseño -como creo que ya sabes bien- es la consecuencia de una escucha atenta a las lógicas de interacción entre el ser humano que va a habitar en ese edificio y la materia que lo constituye: a su disposición y a sus características. Y que, así mismo, la forma ofrece una expresión y un carácter hacia la calle que pone voz a la razón de ser de su implantación en el barrio al que pertenece y en el momento social y cultural en el que se manifiesta. Creo que te diste cuenta, sin ir demasiado lejos, de que el diseño del que partíamos -del proyecto que estaba en su cauce legal para transformarse en vivienda- no respondía con acierto a todas estas lógicas de interacción. Dejo aquí algunas imágenes de aquella volumétria que compartiste conmigo en su momento y que se corresponden con el proyecto que te habían visado.


En su apariencia externa se hacía patente la falta de ajuste con la singularidad del entorno físico, social y cultural en el que nos encontrábamos. Tampoco consideraba -según mi comprensión del individuo y la tribu- la singularidad de la familia que te había hecho el encargo.
Compañero, con toda mi sinceridad te quiero trasmitir que tengo mis dudas de que con un proyecto como el que fue visado en el año 2013 en el Colegio de Arquitectos de Aragón te fueran a dar un premio en un concurso de arquitectura. Quizás ni siquiera hubieras invertido esfuerzos en presentarlo a los concursos a los que estás presentando el proyecto que hicimos juntos. Lamento profundamente que hayas decidido que mi aportación no haya sido tan importante como para recibir la parte de reconocimiento que, por 'lógicas', me correspondería en este premio o en cualquiera que participara la obra que proyectamos.
Espero haberte ayudado al expresarte de esta manera mi malestar y, si no es así, quizás esta experiencia compartida pueda indirectamente ayudar a otros, para que tomen sus precauciones antes de entregarse al trabajo compartido con un compañero de profesión. Creo que estos desengaños son más habituales de lo que parece. Otros se atreven a llamarlo abuso. Algo me dice que me toca aprender a llamar a las cosas por su nombre.
Ya termino, Sr. Arquitecto.
Me parece oportuno recordar algunas de las fuentes que te hacía llegar por aquellos días con las que confío que puedas seguir alimentando tus ganas y tu motivación de llegar ofrecer arquitectura al mundo de la vida y de las personas. Rastreando los orígenes de nuestra aventura con este proyecto he encontrado este email en el que ponía de manifiesto algunas consideraciones que fueron clave en el proceso de diseño. Lo recibiste al principio de octubre de 2013, con un par de citas que hacen referencia al proyecto en cuestión, en el que pocos días antes me ofrecías participar y yo acepte con ilusión. Una ilusión de la que, finalmente, he despertado.

Te dejo estas dos frases que resuenan para el proyecto que tenemos entre manos:
Habitar consiste aquí en el proyecto de encajar un universo interior rico en variedades climáticas, produciendo así una diversidad de sensaciones en las que se sumerge la vida.
 Philippe Rahm

Cuando escribes un poema, necesitas encontrar un equilibrio entre tu pensamiento y el lenguaje. Nada debería empañar la esencia de la idea. Y ocurre igual con la arquitectura. Aquél que no pueda transformar sus ideas en una estructura construible no tiene la base arquitectónica necesaria. La estructura es el núcleo de la arquitectura y es algo que no puede expresarse en números. Es la aportación personal del arquitecto al mundo de la vida y de las personas.
Sverre Fehn

No has tardado mucho en dejar a un lado las experiencias constructivas de nuestra primera colaboración. Y ayer te atrevías a preguntarme por escrito ¿Cuál ha sido tu aportación en la materia de sostenibilidad en este proyecto? Como si en el diseño de la vivienda hubiera alguna cosa al margen de la sostenibilidad, como si del diseño se pudiera excluir alguna dimensión, algún material o alguna parte del proceso, como si el diseño fuera una cosa menor en el resultado de esta o de cualquier obra...
Aún me es difícil creer que hayas decidido que mi aportación en este proyecto no tiene la importancia suficiente como para que mi nombre sea mencionado en este reconocimiento o en cualquier otro premio que recibieras por este proyecto o por los proyectos que hemos acabado juntos.
Después de lo compartido en este y otros proyectos, espero que ese camino que te abría la vida hace ya cinco años -más atento y comprometido con la escucha al ser humano y a los arquitectos de los que se conocen experiencias relevantes- te siga trayendo muchos más éxitos, solo o compartidos con aquellos otros arquitectos con los que encuentres resonancias.
 La apreciación del ser humano en su dimensión existencial es absolutamente esencial si queremos contribuir al avance de aquella arquitectura que defiende la autenticidad de la experiencia humana. Esta, al menos para mí, es arquitectura incuestionable.