miércoles, 30 de abril de 2014

Caminando hacia el habitar




Sin lugar a dudas el habitar[1] constituye un espacio para la reflexión necesario en el campo de la arquitectura. Nos enfrentamos a una imprescindible reelaboración y nueva estructuración de sus significados con el fin de reorganizar sus fuerzas de energía que quizás por olvido consciente o descuido han sido relegadas en ocasiones al escalafón último de los principios proyectuales. Si bien es cierto, y sobre esto no hay aparentemente dudas, que el universo tecnológico, digital, empírico y de investigación multidisciplinar ha crecido considerablemente en los últimos decenios, también lo es, la siembra de paradojas y desconciertos que éstos han producido en el verdadero desarrollo y evolución cualitativa de los valores y acciones de los habitantes. De este modo resulta muy difícil verificar hasta que punto todos esos avances se han visto realmente traducidos en la mejoría de las condiciones de “bienestancia”[2] del individuo y sus modos de estar y ocupar el mundo. Lo que parece claro es que los dos grandes polos que gobiernan la producción arquitectónica, el especulativo-promotor y el televisivo-publicitario empujado desde la vanidad individual del Star System internacional, dibujan un mapa de redes y flujos en dónde el problema del “factor humano”[3] no es precisamente el principal organismo que articule la columna vertebral de sus pensamientos o acciones; más bien todo lo contrario.
            El debate sobre cuáles han de ser los vehículos que favorezcan y amplíen las posibilidades del habitar, todavía queda algo lejos para resolverse y en ocasiones no parece ni interesa que se formule. Desde la entrada del Movimiento Moderno, la arquitectura ha intentado  ir generando la crítica y praxis revolucionaria con los que construir los cimientos sólidos para el habitar. Comenzando en el fulgor funcionalista y mecanicista inicial, pasando por las iniciativas revisionistas y sensibles de los años cincuenta hasta las propuestas, dudosamente operativas, de la compleja, polivalente y ecléctica postmodernidad, la arquitectura y su apresurada revuelta han abierto un campo amplísimo de recorridos que, en algunos casos, todavía hoy no han terminado de transitarse. Sin embargo, y al igual que en el territorio de las grandes aportaciones empujadas desde el siglo pasado, otros pasajes han conducido a los prejuicios que hoy desgraciadamente todavía aparecen adscritos a la disciplina arquitectónica. El campo del habitante, su relación con la arquitectura y su complejo funcionamiento siguen, quizás por el drama mitológico que protagonizó la modernidad y que arrastramos, provocando desasosiego e incluso ahogo. Cualquier visión por apresurada que se haga al panorama crítico actual de la arquitectura o anterior que manejemos así lo demuestra. Por un lado, encontramos un sector protagonista[4] que enlaza directamente con la defensa a ultranza de la arquitectura como motor indispensable en la mejora y funcionamiento de la sociedad y sus habitantes, y, por otro, un estadio muy plural en sus posturas que se aleja de la primera y valora la arquitectura más allá de su relación frente al habitar. De la inicial, puede destacarse el papel del crítico chileno Cristian Fernández Cox; fiel exponte de la versión social y del papel fundamental que la arquitectura tiene en el desarrollo y mejora de las condiciones de vida de los habitantes: lo que el define con la idea de “Bienestancia”[5]. En el otro extremo, puede citarse al arquitecto Peter Eisenman, promotor de una escuela que entiende la arquitectura desde una versión abstracto-figurativa[6] en donde la manipulación y la investigación ilusoria de la forma constituye un argumento director y vertebrador en sus propuestas, muy por encima de las preocupaciones del habitar y su campo de acción[7]. Indudablemente, las dos posturas sintéticamente ofrecen aquí una muy leve fracción de la multitud de líneas que pueden atisbarse en la actualidad, sin embargo, son importantes para aclarar el argumento con el que comenzábamos.
            Apuntar hacia el habitar como estructura desde la cual pensar, proyectar y escribir, fundamenta un margen todavía minoritario de la crítica que sin embargo viene adquiriendo fortaleza en los últimos años. Desde esa perspectiva imprescindible nos situamos en el comienzo de tres recorridos complementarios, todavía iniciales, que esperan con el tiempo arrojar algo de luz, aunque sea difusa, sobre el panorama arquitectónico y su relación con el habitar.

Hacia un habitar creativo_
La vertiente denotativa, muy amplia por cierto, que sacude a la arquitectura del sobrediseño y la sobreabundancia del espectáculo concibe el habitar como un acto paralizante e inhibitivo que manipula y condiciona los procesos de búsqueda y estrategia proyectual que se persiguen. De este modo, el habitar continúa viéndose como un lástre que únicamente entra en el programa encorsetado bajo la dictadura de las pieles y el culto a la dermatología[8]. El habitante, el sustrato de la arquitectura para Fernández Cox[9], termina por situarse en una frontera fuera del mundo. Es paradójico que esta arquitectura pueda ser tildada de compleja y pluralmente diplomática, cuando su razón de ser estriba en la perspicacia y amaneramiento de sus posturas icónicas. La poética, el discurrir creativo, se convierte así en una suerte romántica capaz de residir exclusivamente en las manos y mentes privilegiadas de los arquitectos y de las instituciones que delegan en ellos. Sin embargo y a diferencia de estas posturas, creemos que el habitar, lejos de entenderse como un acto limitador, al contrario, expresa una cualidad potencial que le es propia: todo acontecer humano es en cierto modo un acto  creativo, y es precisamente desde ese prisma desde el que entendemos la posible trasmisión de sus cualidades a la propia arquitectura. Lejos, o muy lejos de delimitar o interrumpir, la gran fuente de energía está ahí: en el habitar; “la casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz”[10].
 El entendimiento crítico del habitar como una fuente alienante, arancelaria y represora que “subordina”[11] e impide el correcto y extensivo desarrollo de la idea arquitectónica justifica, en parte, la predisposición a enjuiciar negativamente o simplemente a rechazar las potencialidades existentes que el programa y sus funciones vitales y poéticas tienen dentro del proyecto. Prisma, que paradójicamente vela una reducción de la realidad operativa del habitar, que es en definitiva el que provoca a posteriori su virtual y residual representación en la arquitectura[12]. Si el habitar es un acto creativo, como aquí se defiende, es imposible que pueda invalidar o subyugar el crecimiento progresivo de la idea creativa proyectual.


Hacia un habitar holístico­_
Frente a un habitar unidimensional  y radicalmente retiniano, empujado desde la sobrevaloración arquitectónica de la imagen y la supratecnología concebimos un habitar holístico que sea capaz de reunir las diferentes perspectivas disciplinares en torno a su naturaleza, entendiendo su verdadera raíz como ordenación que realmente sostiene y da vida al hecho proyectual. Una circunstancia que lejos de condicionar negativamente el proceder arquitectónico posibilita multitud de itinerarios capaces de enriquecer la visión y los resultados de la disciplina. Consecuencias, que se configuran en base al hecho de pensar el habitar como un suceso potencial inscrito a unas relaciones históricas, relacionales, comunicativas, identitarias, contextuales, poéticas etc, que son inherentes al proceso y desarrollo del habitante. Una arquitectura capaz de concebirse como  espacio vivencial y “practicado”[13], existencial y “dialógico” que se extiende desde el habitar hasta empapar todos los sectores de la vida.
            La multidisciplinariedad que se le presupone a esta iniciativa, sin embargo, puede caer en el peligro de refundar y validar teorías o proyectos que únicamente escojan y propongan las alternativas desde la superficie y vaciedad de sus contenidos, escondidos bajo el engalamiento y puesta en escena brillante de sus imágenes. De ahí, que los valores comunicativos o expresivos que le son propios también a la arquitectura, recogidos de las disciplinas artísticas por citar un recorrido, únicamente adquieren legítimo sentido si son capaces de  ampliar las posibilidades del habitar y sus significados a través de propuestas multimodales capaces de fortalecer la vida que se desarrolla en la arquitectura.
            De este manera, la moda ocasional de la contaminación artística o filosófica llega a adquirir valor cuando su tratamiento aparece expuesto en el hecho arquitectónico, no exclusivamente como una persecución conceptual o subjetiva, sino como una energía que inventa y renueva el aliento y la acción del habitar. Hablaríamos en términos de “interferencias positivas” en tanto que ofrecen un campo de batalla compartido con respecto a las artes y el resto de las disciplinas; refuerzan y atienden sus rupturas, cambios y revoluciones, pero comunican todo ese cosmos de producción con el lugar desde el cual nacen y en cual terminan definitivamente exponiéndose: el campo de la vida; el aquí y el ahora.
            El habitar una vez conducido al punto más alto de la jerarquía en el proyecto, sitúa al habitante en el puesto referencial más importante de la arquitectura, entendiendo al hombre como un “ser biocultural”[14] que en su enorme riqueza, complejidad y contradicción esconde una gran fuerza ideativa con la que posibilitar nuevamente la aventura arquitectónica. Bajo esta perspectiva poliédrica, que como apuntábamos rechaza  la “obviedad paralizante”, reductora de una  crítica o arquitectura que presupone dados o resueltos los valores vivenciales y habitables como actos adscritos al imperio individual o narcisista, proponemos una actitud de inclusividad sistémica[15]. Unidades de un sistema que encuentran en el habitante el organismo de unión que teje y organiza todos los impulsos proyectuales, evitando de este modo la situación periférica y parcialmente marginada a la que en ocasiones se ve sometido. La arquitectura, como resorte del habitar holístico, propone trayectos que se mantienen prudencialmente ajenos al carnaval y la acrobacia gratuita, despertando la conciencia sobre el universo anónimo del diseño invisible[16]y poniendo en crisis el culto a  la singularidad acontextual y la arquitectura de firma o de autor.
            Caminar hacia el habitar holístico implica una unión pacífica y acorde entre la vanguardia y la tradición, entre el ímpetu por el progreso y la necesidad de la historia como huella; una huella que en su rastro puede indicarnos nuevamente el camino[17].  Desde ese tránsito, la modernidad como vestigio o mensaje social, marca una pisada pretérita que hoy podría mantener su vigencia. Demostrada ya la ineficacia de la postmodernidad arquitectónica, el camino se aclara y alumbra nuevamente con fuerza el territorio de una modernidad ahora revisada, apropiada,[18] dialéctica[19], inclusiva, dialógica[20], holística: humanista.

Hacia un habitar arquitectónico_
            Reivindicar una modernidad holística y humanista subraya una intención que ya en la historia de la arquitectura encuentra episodios que en su seguimiento ayudan a marcar parte del recorrido; la otra parte debemos construirla juntos. El primero de esos caminos, ya transitado por algunos arquitectos, condujo durante el siglo XX a posturas que podrían encuadrarse perfectamente dentro del habitar holístico y la modernidad humanista a la que hacíamos referencia. Sin lugar a dudas, uno de los arquitectos a rescatar dentro de este campo es Alvar Aalto. No es pretensión aquí, realizar una incursión sobre su obra, sin embargo sí sobre su mensaje. La autonomía, que ha adquirido Aalto en el territorio virtual y fronterizo de la modernidad nos parece trascendental para entender el verdadero alcance que todavía hoy la modernidad podría tener como proyecto. En primer lugar, porque su arquitectura es el resultado de la atención escrupulosa sobre los mecanismos del habitar y su acción. En segundo, porque  la vida del hombre constituye el “holón”[21] central en su ejercicio profesional y, en tercer lugar, porque su figura se sitúa ajena a la modernidad “ilustrada”[22], al contrario que  atenta e implicada en la modernidad revisiva, inclusiva, amplia, holística, dialéctica y humanista.
Frente a una franja importante de la arquitectura contemporánea empeñada en un celebrado ocularcentrismo[23] que somete la existencia y vivencia para maquillarla tras la envolvente y la epidermis de los edificios, figuras como la de Aalto, nos recuerdan que hubo un momento en que la arquitectura pensó primero en el hombre para luego cavilar como vestirlo. Arquitecturas capaces de abandonar la histeria gestual de la forma, del espectáculo y el vociferar visual, por la acción, la praxis y el habitar del hombre en el mundo[24]. Los ejemplos son numerosos, tanto en la historia de la arquitectura como afortunadamente en la actualidad, y señalan un cambio que siendo todavía menor con respecto a los circuitos dominantes explica un proceso paralelo que abre una importante vía para la esperanza. Dentro del panorama contemporáneo resulta relevante el papel que arquitectos como Lacaton y Vassal poco a poco vienen adquiriendo en la arquitectura. Sus proyectos canalizan en gran medida las fuerzas vitales del habitar que defendíamos y proponen recorridos en donde la economía semántica es el resultado del entusiasmo por un espacio practicado y existencial en el que el habitante constituye el gran impulso motriz de sus proyectos. La arrogancia gramatical de algunos de sus coetáneos aparece sustituida por la capacidad de dilatar las posibilidades de apropiación espacial y circulatoria a través de una economía de medios que moderadamente concuerdan con las iniciativas sociales y democráticas que impulsaron la ideología y la praxis del Movimiento Moderno[25]. Sin embargo, este seguimiento comparte y a su vez amplía una plataforma, la de la arquitectura moderna, que considera legítima a la par que reductiva, de ahí, que sea necesaria un reelaboración crítica de sus postulados y principios. La planta libre se hace aún más libre, y no es únicamente el resultado de una investigación constructiva, técnica o proyectual, sino la base misma del caminar del habitante, de su movimiento, circulación y relación poética con la arquitectura y los lugares o contextos concretos donde ésta se sitúa: la planta libre concede ahora realmente la libertad.
            Arquitectura con pocas palabras, capaz de sintetizar y unir convenientemente la investigación técnica o constructiva con el respeto y adecuación a la historia y las preexistencias ambientales. La Plaza de Burdeos, ejemplifica perfectamente este recorrido. Realizada en 1997, la intervención ha consistido en revalorizar lo existente a partir de la reutilización de algunos componentes o vestigios pasados con los que se contaba. Una labor de limpieza y atención que interpreta, recupera y consolida un entorno[26] en donde la expresión vital de sus habitantes venía sucediéndose desde tiempo atrás y lo único que había que hacer era prorrogarla y extenderla hacia el futuro.  Alejamiento consciente y meditado respecto a esa pretenciosa moda que ha inundado ciudades y pueblos, despejando árboles, limpiando obstáculos, y comprimiendo imágenes desde la asepsia icónica más elemental. En Burdeos la imagen de la intervención acaba siendo la de sus habitantes, de sus inquietudes, actitudes,  identidad, de su lugar y contexto, de su clima, relaciones; en definitiva de su vida: una plusvalía de la vida[27].
            Son otros los ejemplos y arquitecturas[28] los que ilustran esta labor, posiblemente todavía algo subterránea en los recintos de los grandes relatos pero no por ello menos importante.  Desde ahí, como apuntábamos, se abre una brecha que cobra  tiempo y espacio en las líneas escritas de la crítica de arquitectura. Son otras travesías esperanzadoras que quizás puedan conducirnos a posiciones más creativas y sugerentes, holísticas y arquitectónicas en donde el hombre siempre constituya ese eslabón perdido al que escuchar y defender desde la arquitectura: “llevarán los mortales el habitar a la plenitud de su esencia cuando construyan desde el habitar y piensen para el habitar”[29]

-Borrador SAL 2009-

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[1] El trabajo que se expone, pretende ofrecer una incursión sobre el habitar como estructura fundamental de la arquitectura. Teniendo en cuenta la enorme complejidad del concepto, únicamente aspiramos a presentar una serie de recorridos que prácticamente acaban de iniciarse y que esperamos que en el futuro puedan conducirnos a algunas conclusiones. Con respecto a las imágenes y por orden de aparición: a) Dibujo de Alvar Aalto de su hija. 1930. b) Estudios de la luz de A. Aalto en la Biblioteca de Viipuri. 1933-1935. c y d) Intervención Plaza de Burdeos 1997. Lacaton y Vassal.
[2] Véase: FERNÁDEZ COX, C. El orden complejo de la arquitectura. Teoría básica del proceso proyectual. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Mayor. 2005. Págs. 44- 50.
[3] Alvar Aalto constituye un arquitecto arquetípico de esta condición esencial de la arquitectura. Véase su texto: AALTO, A.  La humanización de la arquitectura. De palabra y por escrito. Madrid: Croquis. 2000. Págs. 142-147.
[4] Sintéticamente destacar el papel de Oriol Bohigas, el propio Cristián Fernández Cox, Carlos González Lobo, Ramón Gutiérrez etc.
[5] “La arquitectura no es un arte puramente expresivo, sino un arte creador de ámbitos vivenciales, de lugares de vida”. El orden complejo…Op. cit. Pág. 45.
[6] Véase: MONTANER, J.M. Después del Movimiento Moderno. Arquitectura de la segunda mitad del siglo XX. Barcelona: G. Gili. 2002. Págs. 230-233.
[7] “No creo que el cometido de la arquitectura sea el de ocuparse de la gente sin hogar, o el de subordinarse a cuestiones de utilidad, refugio, estructura, estética, y significado. La arquitectura debe mantener sus convenciones hegemónicas” Extracto de la entrevista de David Conh a Peter Eisenman. Madrid: El Croquis. Diciembre 1989. 
[8] Véase: BOHIGAS, O. Contra la incontinencia urbana. Reconsideración moral de la arquitectura y la ciudad. Barcelona: Electa. 2004. Págs. 82-90.
[9] Cristián Fernández Cox define la arquitectura como: “el arte de la habitabilidad específica: la bienestancia”. El orden complejo…Op. cit. Págs. 44-46.
[10] Recogemos la cita íntegra: “Si nos preguntaran cuál es el beneficio más precioso de la casa, diríamos: la casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz. No son únicamente los pensamientos y las experiencias los que sancionan los valores humanos. Al ensueño le pertenecen valores que marcan al hombre en su profundidad. El ensueño tiene incluso un privilegio de autovalorización” BACHELARD, G. La poética del espacio. México: Breviarios del Fondo de Cultura Económica. 2006. Pág. 36.
[11] Op. cit. Madrid: El Croquis. Diciembre 1989. 
[12] “la comprensión de los sueños y aspiraciones de los usuarios constituye un desafío apasionante que potencia la imaginación del arquitecto” GAITE, A. Diseño y región. Arquitectura apropiada. Buenos Aires: Nobuko. 2003. Pág. 94.
[13] El antropólogo Michel de Certeau valora el espacio primordialmente desde la condición vital y de movimiento que proporciona el hombre y su paso: la práctica del espacio. Citado en: AUGÉ, M. Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa. 2004. Págs. 81-118.
[14] MORÍN, E. Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa. 1995
[15] El orden complejo… Op. cit. Pág. 134.
[16] “la primera condición para el ejercicio de un diseño culto es comprender que intervenir sobre el hábitat no es crear un objeto sino un entorno. No se trata de una “cosa” sino del contexto en que se produce el conjunto de comportamientos humanos que denominamos “vivir”. Por lo tanto, poner en práctica esa convicción implica abandonar nada menos que el núcleo ideológico del gremio: el culto a la “obra”, ese narcisismo de los objetos que no es sino el eco del narcisismo de sus autores” CHAVES, N. El diseño invisible. Siete lecciones sobre la intervención culta en el hábitat humano. Buenos Aires: Paidós. 2005. Pág. 53.
[17] “la tarea de pensar consiste, más que en descubrir, en luchar contra el olvido de lo descubierto”. Ibídem. Pág. 75.
[18] “apropiada en su triple denotación: 1. Apropiada en cuanto “adecuada” al aquí y el ahora de la realidad de cada situación; servir a la sociedad a la cual nos debemos, encontrando en ella y en su contexto integral la inspiración material y poética de nuestra forma arquitectónica […] 2. Apropiada en cuanto a “hecha propia”. En nuestra civilización, actualmente intercomunicada, nos llegan muchas ideas, técnicas, modelos que, una vez pasados por el digestor de nuestra identidad, es decir, una vez pasados por la selectividad de su conveniencia a nuestra situación y, si es el caso, adaptados a ella, pueden verse y deben ser “hechos propios” a nuestro acervo […] Esta segunda denotación de la “apropiación” de los aportes externos excluye toda cerrajón localista asociada semánticamente al “regionalismo”. 3. Apropiada en cuanto a “propia”. Siempre existen algunos condicionantes estrictamente peculiares (propios) respecto de los cuales las ideas, las técnicas y los modelos llegan desde el exterior, por óptimos que puedan ser en su lugar de origen, resultan incompatibles e inadaptables a nuestra realidad. En eso la creatividad estrictamente propia es insustituible.” FERNÁNDEZ COX, C. ¿Regionalismo crítico o modernidad apropiada? Buenos Aires. Summa. Nº. 248, Abril 1988. Pág. 65
[19] Así la define entre otros Juan Antonio Cortés. Puede verse: CORTÉS, J. A. Modernidad y arquitectura. Una idea alternativa de modernidad en el arte moderno. Valladolid: Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial. Universidad de Valladolid. 2003.
[20] Las teorías sobre la dialógica Bajtiniana sustentan parte de esta postura de modernidad humanista y dialéctica. Véanse: BAJTIN, M. M. Hacia una filosofía del acto ético. De los borradores y otros escritos. Barcelona: Anthropos. 1997. E igualmente pueden verse los estudios realizados desde esta perspectiva por Josep Muntañola Thornberg.
[21] Ken Wilber apunta: “los elementos constitutivos de estas jerarquías son los holones (olas de energía integrativas), totalidades que, al mismo tiempo, forman parte de otras totalidades”. Trasladada a la arquitectura, en esa jerarquía el hombre ocuparía el lugar central. Puede verse: WILBER, K. Una teoría de todo. Barcelona: Kairós. 2001. Pág. 36.
[22] El orden complejo…Op. cit. Págs. 105-115. Véase también del mismo autor: Modernidad apropiada. Modernidad revisada. Modernidad reencantada. Buenos Aires: Summa. Nº 289. Septiembre 1991. Págs. 36-40.
[23] “El sesgo ocular nunca ha sido tan manifiesto en el arte de la arquitectura como en los últimos treinta años, en los que ha predominado un tipo de arquitectura que apunta hacia una imagen visual llamativa y memorable. En lugar de una experiencia plástica y espacial con una base existencial, la arquitectura ha adoptado la estrategia psicológica de la publicidad y de la persuasión instantánea; los edificios se han convertido en productos-imagen separados de la profundidad y de la sinceridad existencial” PALLASMAA, J. Los ojos de la piel. La arquitectura y los sentidos. Barcelona: G. Gili. 2006. Pág. 29
[24] Recuperamos a Zevi cuando en el fulgor crítico orgánico que encabezó el autor italiano vino a definir estas experiencias como arquitecturas “que no tenían por objeto impresionar el ojo del hombre sino expresar la acción misma de su vida” ZEVI, B. Saber ver la arquitectura. Barcelona: Apóstrofe. 1998. Pág. 107.
[25] DRUOT, F. LACATON, A. VASSAL, J. P. Plus. Barcelona: G. Gili. 2006.
[26] CHAVES, N. El diseño invisible…Op. cit. Pág. 53.
[27] En otros proyectos de nueva planta y rehabilitaciones Lacaton y Vassal utilizan lo que Andreas Ruby  e Ilka Ruby han denominado como una “plusvalía del espacio”: Ofrecer más espacio con la misma inversión económica. RUBY, A e I. Revista 2G. Lacaton & Vassal. 2002
[28] Podrían sumarse a la labor de estos arquitectos el trabajo de SANAA, que a nuestro parecer igualmente ofrece nuevas posibilidades destinadas a ampliar el campo del habitar. SANAA. Kazuyo Sejima + Ryue Nishizawa. Casas. León: Actar MUSAC. 2007.
[29] Heidegger