jueves, 30 de octubre de 2014

Oblicuidad de la garganta




Cada vez que inspiro aire, hablo. Cada vez que me acerco a alguien, hablo. Hay un rastro seguido siempre en mí de palabras. Sólo palabras. Todo mi mundo es lenguaje, todo es interpretación. Medianamente mental o muy mental.
¿Qué sería de nosotros sin el lenguaje? ¿Habría otra forma de hablar? ¿Acaso más silenciosa?
¿No son las palabras tan sólo lenguaje y gramática suelta?. El silencio no es lugar en la garganta porque casi siempre aspiramos a decir más que el otro, a llevar la razón. Se trata de una garganta oblicua, no deja entrever la procedencia del lenguaje y puede que oculte la verdad. Susan Sontag escribió hace unos años sobre la necesidad del apagón crítico, la búsqueda de otra manera de mirar el mundo en la que no fuera necesario siempre pronunciarse. Un contra literal y veraz que amenazaba directamente la hegemonía crítica de nuestro mundo. Pero ya sabemos, la crítica no es sólo una necesidad nacida en la favorable y pacífica descripción del mundo, tampoco es, tan sólo, la puesta a punto de la historia; su ordenación para la digestión y comprensión de los hechos, es, antes que nada, un gesto de exhibición formal de nuestra vanidad.
Pero es extremadamente astuta, porque no se presenta, las más de las veces, desde una grosería invasora, sino que se inspira en un lugar aparentemente silencioso e inofensivo.
Es realmente difícil atisbar o ver la profundidad de su garganta porque el alzamiento de su voz se produce desde la oblicuidad.
Se vende serena. Incluso, se autoentierra. Desprende y arroja sus maletas vacías y pretende hacer creer que no hay nada  detrás de ellas, ninguna pretensión o ganancia.
¿Puede hablarse sin garganta, sin que en ella no haya más que el sereno encuentro con las cosas? ¿Puede haber otra garganta más transparente donde todas las voces, incluidas las más torpes, tengan cabida? ¿Es posible encontrar una interpretación que no niegue su posibilidad por no aventurarse desde el lenguaje? ¿Habrá palabras, como el maestro chino practicó con tanta sabiduría, que no hieran y pesen tanto en los rumores de la trascendencia? ¿Queda algo que no hablar, sin empezar, sin esperar, sin siquiera murmurar?
Todo depende de nuestra garganta, de si somos o no capaces de evadir el lenguaje para hablar con el mundo. De si somos capaces de tan sólo escucharlo. Qué más da entonces la oblicuidad de las gargantas. Qué más da que se empeñen en hablar más de la cuenta si nosotros ya hemos escogido el silencio como camino…


1 comentario:

  1. Hola Juan. Estoy intentando comunicarme con vos desde Buenos Aires. Veo con gran alegría que tu carrera va muy bien!. Mi e mail es elea_dca@yahoo.com Un gran abrazo desde mi bello país. Debora.

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