Estamos muy contentos de volver a participar en el próximo Congreso DOCOMOMO Ibérico 2020, tras haber sido aceptada nuestra propuesta de comunicación que será publicada en las actas o libro.
Dejamos a continuación el resumen del trabajo presentado:
Matices modernos. La modernidad como
proyecto “inacabable” en la obra de Juan Antonio Molina Serrano.
La modernidad fue no sólo un proyecto
“inacabado” (Habermas), sino también, como describe Zygmunt Bauman, un relato
“inacabable”. Fue esta una condición persistente y sintomática de la modernidad
como trasunto cambiante pero inagotable, tanto en las fronteras hegemónicas de
la arquitectura moderna (1925-1965), como al extenderse como herencia a través
de la obra de muchos arquitectos posteriores o contemporáneos que pudieron
abrir su discurso durante los años sesenta. El caso del arquitecto murciano
Juan Antonio Molina Serrano pone de relieve este proceso de intercambio,
hibridación y continuidad con lo moderno.
La “lucha por la expresión” (Giedion,
Léger y otros), la sensibilización hacia el lugar y el paisaje, la escucha
detallada frente a las preexistencias y la herencia urbana, y la
“mediterraneidad” serán constantes en su obra que ponen de manifiesto las
deudas y seguimientos emprendidos con respecto a los grandes maestros de la
modernidad.
La propuesta pretende dar a conocer
proyectos construidos por el arquitecto Juan Antonio Molina, registrados e
incluidos recientemente en el Registro DOCOMOMO Ibérico; un buen ejemplo sería
el Colegio Santa María del Carmen,
que el autor realizó en 1972 con la colaboración de V. Pérez
Albacete y M. Ruipérez Abizanda.
Se trataría, por lo tanto, de estudiar esa herencia y
persistencia de lo moderno y mediterráneo a través de algunos casos de estudio
realizados por Juan Antonio Molina, con el fin de demostrar que es esa
“mediterraneidad” la que lo une a figuras como Le Corbusier, Bonet, Coderch,
Oiza y muchos otros; porque, como escribiría Gregotti refiriéndose al Grupo 7 en Italia, la “mediterraneidad
no es tanto una vía racional del Movimiento
Moderno en Italia, cuanto el eco de su antigüedad absoluta”; un mismo
talante compartido por Molina, una “mediterraneidad” inspirada en la cultura y
luz grecolatina, y que impregnará todo el talante social y vital de su
arquitectura, exponiendo aquella “celebración social” que, según Pallasmaa, es atributo
exclusivo de la buena arquitectura.
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