Hoy no encuentro el lugar donde pisé ayer. No veo las
huellas de mi caminar. Me he empapado bajo la lluvia siguiendo su rastro, pero
nada. Estoy perdido? Releo en el aire aromas desconocidos y encuentro olores a
castañas y fuegos. La ciudad no me lleva, se para, no me dice, me instiga al
silencio. Estoy perdido?
Oigo llorar velocidades, humear todos los paisajes y
grito para acallarlos, pero el ronroneo se instaura en los tímpanos. Estoy
perdido? Escucho a la melancolía, con su ruta de ceguera y peso anodino. Me
mira y vacila. Quieta se arrima, me sacude y traslada. Insiste en voltear mi
cuerpo. Estoy perdido?
La ciudad se despide en todos sus vértices, se
desprende, evade mis preguntas. Se llena de rutas de espesor y solidez. Olvida
lo cotidiano y se empapa de limpieza. Y la llanura es casi siempre subida.
Desprendiendo aluviones de piedras que golpean.
Qué hay de aquella ciudad donde perderse convertía a
los hombres en huéspedes de lo cotidiano? Qué hay de aquella ciudad donde la
tierra ensuciaba todo, con sus torpezas de árboles y ridículos amores? Qué
queda de insinuar en silencio sin la irreparable necesidad de lo acabado?
Estoy perdido por amar otra ciudad?
Estoy perdido por seguir soñando con su tierra?
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