viernes, 29 de marzo de 2013

Mi latido




Han sido los rincones tus lugares de escapada; en la infancia inspiraron tu autonomía. Desde la carencia inventaste la alegría, el murmullo apagado. De tu brevedad aprendo a callar cuando respiras con pocas palabras, de tu silencio escucho el lento caminar de nuestro padre. No hay lamentos que no se sofoquen con tu abrazo, con tu mirada, aunque esté perdida en algún momento. De tus momentos saben y aprenden mis manos y oídos. Sin leer palabras, has leído tantos vientos, tantos cielos, que yo no veo si no es a través de tus ojos, de tu cuidado aliento. Nunca te vi herir, sino fue con alivio y caricia. Mordido estoy y me tapas cuando lo necesito. Inventas la luna cada noche que no la tengo, cada atardecer cuando no llega. De mi mundo son tuyos los colores, los ríos y las montañas. En tu trazo leve, vivo en refugio y escapada. Y descanso en tus dibujos, en tus silencios eternos, en tus vueltas en la cama. Me redescubres cada vez que pierdo la llama, para lanzarla al aire  y renovarla con más fuerza. Qué puedo hacer para no quererte tanto, para vivir en mi campo sin visitar el tuyo cada noche. Y el trigo seguirá creciendo, arrojando luz cada vez que llueva, midiendo mis pasos de pastor, de siervo de la tierra. Tanto ayer como hoy te espero y sé, que aquellos rincones en los que te escondiste seguirán siempre siendo también míos.

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