Hasta morir siendo sensato creo que
viviría. Quedándome esperando que no me arrepienta, sin remover el viento que
hasta aquí me ha traído. Y en ese camino de vigía perderé mis huellas por mirar
tanto. Y qué queda de ellas? He pisado
donde otros, he hablado en sus teatros, en sus vigas, en sus planos, y de mí no
queda nada. Siendo tan amigo de tantos, mi soledad se siente descalza, en un vociferar
en el que no me encuentro. Qué sabio es vivir sin miedo, y que lamentable es
escogerlo como compañero. De miel son mis labios cuando me elogian y de furia
cuando me condenan. Sensato soy, en el cálculo preciso de mi caminar y me honro cada día en el atardecer de los
cristales en los que ya no me veo. Soy tu pelo y tu boca, tu garganta y tu
risa, tu tristeza y sollozo; de mí no queda nada. Sigo esperando ser sensato,
no perder el hilo de las tierras y sus colores y las golondrinas de paso y
despedida. Pero da igual, allí vivo donde tú lo haces, donde sé que permaneceré
protegido. Y me diluyo tanto que los márgenes auténticos de mi cuerpo ya no son
míos, sino tuyos. Maldito seas!! Miedo!! Por robarme aquello que sin verlo me
he robado yo a mí mismo!
jueves, 14 de febrero de 2013
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