Sustraído
robado
de dolor,
regreso
al ovario
el
que me engendra.
Lo
quebrado,
se
recompone
a
su son,
sinfonía
de silencio
la
más silenciosa,
jamás
escuchada.
Mi
pubertad se reúne:
apadrina
al maduro,
al
viejo cascarrabias.
El
niño,
entonces,
momifica
el cuerpo anciano,
lo
pudre hasta fenecer.
Es
necesaria esta música de la historia,
para
volver a nacer,
del
ovario una orquesta:
flauta,
contrabajo, violín
y
toda la partitura sin escribir.
¡Oh
verde viaje iluminado!
Pasión
del niño recién nacido,
un
expulsado libre al paraíso
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