Párate. Un segundo.
Párate. Una eternidad.
Párate:
respira.
Párate a observar tu adentro, tu profundidad, tu proximidad.
Quizá hace tiempo que no te paras,
que sigues
ensimismado en todo lo que vendrá,
que no quedan en ti adherencias porque no
consigues verlas.
Quizá sigues también, esperando al próximo tren, aquél que te lleva al futuro.
Mientras esperas, das las espalda a tu instante,
olvidas el amanecer de este día, y sacudes todos los olores y gestos de las
cadencias instantáneas que se suceden a tu paso.
¿Has creído, acaso, que podrás vivir esta maravilla
cuando ya suceda?
¿Acaso crees que la evocación, que aquél viaje de ida y
vuelta de Chateaubriand podrá salvarte?
Cuando envejezca tu instante, éste anunciará la
última de sus primaveras.
Probablemente
no quedará más que aquella evocación, que aquel viaje de vuelta
rememorado,
torpe y olvidadizo.
No será
otra cosa que carne tratada, almacenada.
Ya será tarde
¿Has creído, acaso, que la fotografía del trastero
dará brillo a tu sonrisa, que podrás volar sobre el mismo paisaje que
rechazaste cuando lo visitaste por primera vez?
¿Será la melancolía capaz de reconstruir la
inocencia inicial de aquella primera visita?
No.
Lo siento
Para salvar aquél mundo, aunque sea sólo un minuto,
no podrás aferrarte a tu supervivencia futura,
no podrás malgastar ni un
segundo más en tu ego.
Para salvar tu mundo, aunque solo sea un minuto,
tendrás que pararte
Pararte ante ti, excavar en tus tripas
Y una vez sacudido, ya casi exhausto de tanta
belleza
Pararte otra vez, coger tu minuto y segundo con tus manos
Y salvar tu mundo
Para salvar al mundo
(Homenaje a Nachete)