1. La estructura como origen
Con una o dos palabras_
El
 cuerpo se desnuda, expone su piel al cielo. Se moja y sacude por el 
viento. La primera de las estructuras lo protege. Eleva su 
vulnerabilidad y otorga la protección desde la tierra. No está ahí para 
exhibirse, ni es más alta que el mundo. Se mueve en su escala: entre las
 rodillas de los hombres y su barbilla. Es escueta como la última de las
 lágrimas y participa junto a ellas. No se muestra arrogante ni expulsa a
 las mendicidades sino que las invita a cenar a su mesa. Creo, que la 
estructura debe falilitar el arraigo en el mundo, su carne. Empieza en 
el humilde encuentro con el suelo, nace y emerge más, que se sitúa o 
sobreeleva. No dice y explica nada, se ha mordido la lengua.
Con demasidas_
Otras,
 sin embargo, viven en la noche. Se emborrachan de vino y atiborran de 
mazapán. Encuentran su voz como la única y su grito como lo distintivo. 
Aparecen como autor, no tienen silencio y viven de sus nombres y sus 
nombramientos. Jamás estarían dispuestas a dialogar sin discusión porque
 la pelea es su signo de autoridad. No te ofrecerán entrar descalzo ni 
apreciarán tu humildad: sólo el champagne y la chaqueta. No hay ni una 
palabra estructural que sobre o se desprecie, al contrario, todas deben 
reunirse al unísono. Y ahí ya no queda casi nada que decir porque todo 
lamentablemente está ya dicho. No hay hueco, ni parada, todo tiene su 
palabra en el diccionario; escrita y verbal: lo innominado no existe. 
Viven en las últimas grutas del detalle y la fotografía, se rebelan 
contra tí si te sientas a comer con tu bocadillo. Se trata de ejercicios
 de autoestima, los huéfanos no tienen cabida. 
2. Iniciar el viaje, regresar a casa
El paseo como retorno_
Desde
 ahí vengo y ahí regreso. No necesito nada más. La arquitectura se sitúa
 ante el enorme desafío de ayudarnos en en ese viaje de ida y vuelta: 
nos ayuda a regresar a casa. Escapa del negocio y la especulación. 
Devora los instantes y las lentitudes. Origina el paseo de regreso como 
una alegría que continúa en nuestros cuerpos y mentes. 
El paseo como transición_
Los
 viajes de ida y vuelta que propone la arquitectura garantizan, en 
ocasiones, la caída. El paseo es una acrobacia de circo. Exige del 
caminante una instrucción militar que sortea escollos y salva barreras. 
No queda espacio para el despiste, para el devenir de la ideas, para la 
abstracción mental. El nivel de exigencia visual y ocular es máximo si 
queremos proteger nuestros tobillos de la dureza de la piedra. Son 
arquitecturas del acantilado, carecen de profundidad y encuentran su 
movimiento en las lagunas omnipresentes de lo retiniano. Por supuesto es
 de nuevo "el autor" el que parece haber olvidado lo cotidiano: el 
primer escenario de la vida, pero probablemente no camine jamás por los 
suelos deslizantes creados en sus tableros de dibujo.
3. "Mente locale"_ abitare la terra
3. "Mente locale"_ abitare la terra
Consumidores de tierras_
La
 furtividad se ha impuesto. El urbanismo se ha encargado de habilitar el
 comercio de "relaciones mudas" al que se refiere Augé. Es necesario 
recuperar lo que Franco La Cecla define como "mente locale": la 
expresión de la facultad de habitar. Las imágenes expuestas arriba son 
testimonios de esos dos estadios opuestos. No creo que el propósito de 
la arquitectura sea tan sólo el de crear imágenes para la ciudad. Debe 
involucrar al hombre. Orientarse no es sólo responder a las reglas 
urbanas y de dirección que la ciudad impone. Es, antes que nada, 
adquirir autoconciencia de nuestro paso, peso y gravedad. No somos 
marionetas, ni necesitamos que orquesten nuestros pasos, al contrario. 
Ejercer ese derecho implica adquirir todo el valor de la mente locale. 
Cada uno elige como respirar la ciudad y desde que lugar hacerlo. Por 
eso escojo este "intervalo de tiempo" de mi visita a Tbilisi. Desde la 
madera, en su límite o inicio. Desde la distancia o la cercanía. 
Agarrando desde el tacto la materia; la primera de todas. Aquí el riesgo
 de caer, de romperme la crisma ha desaparecido. Casi puedo cerrar los 
ojos, olvidarlo todo. Ya no hay necesidad de abrir tanto las pupilas. La
 atención ha sido sustituida por el despiste, la dejadez, la pereza, lo 
olvidadizo. No quiero cruzar otro puente que me obligue a estar atento, a
 olvidar mi propiedad y mente locale. No deseo directorios y 
aclaraciones. Sólo espero algo más de sencillez, de renuncia si es 
posible. 
 
 
 
 
 
