Juan Antonio Molina Serrano: traspasar, caminar, detenerse
Léon-Paul Fargue escribe: “Hace años que sueño con escribir una guía de París para personas relajadas, es decir, para paseantes que tienen tiempo para perder y que aman París” (Fargue, 2014, p. 15). Pero ¿es posible encontrar arquitecturas en nuestra contemporaneidad que colaboren o sirvan de depositarias para esa ´pérdida del tiempo`, que hayan sido pensadas desde la lentitud y promuevan un estacionamiento prolongado del vivir y estar en la ciudad? La obra del arquitecto español Juan Antonio Molina Serrano se inscribe en esta ruta reivindicativa. Al mismo tiempo, su aventura proyectual se sostiene en el límite de una disyuntiva: la arquitectura conciliadora, esa que se cose a la ciudad, respeta el devenir de las preexistencias y escucha la voz del pasado y el presente en un mismo escenario, asumiendo su papel intermediador; y, a su vez, la arquitectura ‘arrebatada’, la que pretende transformarse en una ciudad dentro de la dada y existente, a fin de resolver lo que la propia ciudad no ha resuelto: la muerte de la calle, la defunción del caminar en favor de las arterias rodadas, del pasaje y el comercio “mudo” (Augé, 2004, p. 84). No cabe otra solución; por eso, sus espacios recrean escenarios inventados, subvierten las atmósferas comunes del tiempo y la duración de la ciudad exterior, instigando a otra apropiación distinta de la urbe, otra manera de caminar y sentirla. Su contienda se derrama ahí: entre la utopía y la realidad. Se trataría, entonces, de describir algunos de esos amables pasajes y de plantear algunas cuestiones en relación a su obra.