¿Será suficiente una o dos palabras? ¿Será
suficiente olvidar todo para medirse con el mundo? Una o dos palabras, como
última llama de fuego o la primera, pero sólo esas dos. Esas dos para amanecer
e inspirar aire al levantarse, para dar los buenos días, para acercarse al mercado
y comprar fruta, para saludar a alguien en la calle, para sortear una
confusión, para salvar un enfado ajeno, para dirigirme a las estrellas de una
noche despejada. Para decir te quiero o te amo, para expresar amistad, para
abrazar la soledad y no discutir por ella. Para una caricia bien sentida, para
hablar en otras lenguas y contar otros cuentos e historias.
Una o dos palabras, como pantano de agua,
como bebedero intelectual de las emociones. Sólo esas dos para construir
caminos y no olvidar los ya hechos, para evitar el rencor y conversar con la
alegría. Para ser tú más que nunca. Para hablar de ti tal como eres, sin
arrogancia. Para visitar la ciudad escuchando, eligiendo las postales que tú
únicamente creas. Para proveerse de piedras, cantos y guijarros evitando los
diamantes. Para decir a quien se quiere, que no puede quererse más ni tan poco.
Para emular al amor en una estación, en el check-in de un aeropuerto, en los
arrabales. Para ser testigo de tu mundo sin pasajeros exteriores. Para moler el
grano del trigo con la lluvia del amanecer.
Una o dos palabras, como silencio y paz
individual, como transeúnte que no enseña y aprende en cada paso. Sólo esas dos
palabras para la sinceridad y el abandono de la pose, para la creatividad
originaria que todos tenemos. Para ser cumbre y lodo, pico de montaña y túnel
subterráneo. Para ser bocanada y respiradero, viento helado y huracán. Para
amar los árboles y cada criatura del mundo. Para ser amado y dejarse amar por
ellos. Para salivar cada instante, para hablar con el tiempo sin premura. Para no
esperar nada que no sea a ti mismo. Para desvanecerse y romperse. Para
redefinirse y brotar. Para salpicar y sentirse manchado por los colores
maravillosos del mundo. Para guardar la higiene en el corazón y ensuciar la
piel a brochazos.
Una o dos palabras, a lo sumo tres, nada más.
Como perpetuo fluido que nace y muere; se reinventa y transforma. Sólo esas dos
palabras para sentir el mundo en su estado original, sin temor a estar
descalzo junto a toda la locura de la vida. Para vivir cada día sin presagio ni
nostalgia combativa. Para ser tan sencillo como un rumor. Para no tener nombre
y tener el de todas las cosas. Para ser la tierra madre. Para ser arquitecto
sin arquitecturas. Para ser amor desde el primer hálito y hasta el último. Para
no perderse nunca por estar tan cerca de todo. Para ser sustancia, molécula,
semilla…
Para ser vida…
Lugar: Encuentro con la parcela y la tierra en Pinoso (Jumilla)
Metodología: Radiestesia y "una o dos palabras"...
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