¿Se puede proyectar desde una disciplina? ¿Es
posible identificar un método o metodología que sirva para proyectar?
Cada
arquitecto elige un camino o recorrido que envuelve su aventura en
lecturas,
teorías y praxis. Cuando empezamos a proyectar elegimos una
infraestructura de
trabajo. No podemos, por mucho que lo intentemos, divagar en un grado
cero de
referencias. La escritura del proyecto, muy al contrario de lo que
Barthes
escribía, no se reduce a un “grado cero de la escritura”. De hecho ya
hemos
sostenido cómo intentamos que todo lo vertido hasta la fecha y lo que
venga, componga un corpus con más o menos densidad que nos sirva para
comenzar e
iniciar nuestra andadura. No hay grado cero ni puede articularse nuestro
discurso desde un territorio desconocido o inexistente. Cuando Marina
Waisman
escribe su fundamental ensayo “La estructura histórica del entorno” ya
identifica, de partida, un cúmulo de identidades o vertido cultural que
disgregado y complejo reaparece como lugar para el proyecto. Si bien es
cierto
que esto en ocasiones se olvida, o lo que es aún peor se amanera o
pervierte,
nos encontramos ante la necesidad irrenunciable de entender que el lugar
posee
una carga que es imposible rechazar. La pregunta que gira en torno a
esta
situación, es si somos capaces de ligar el diseño de la idea proyectual a
la
naturaleza del entorno y su habitar. ¿Podemos realmente hablar de una
arquitectura de su entorno? ¿Somos capaces de distinguir las raíces del
lugar y
sus campos siempre activos del habitar civilizatorio? Me arriesgaría a
señalar
sin temor que la arquitectura ha demostrado mucha pereza en el camino
que
supone este esfuerzo. Casi siempre han sido otros componentes los que
han
jerarquizado las fuerzas e iniciativas frente al proyecto. Lo que he
podido
comprobar durante estos meses que llevamos trabajando, es que nos
estamos
empeñando en señalar una oferta metodológica que todavía no tiene nombre
pero
que pone todo su interés en el estandarte por excelencia del ejercicio
disciplinar:
el hombre. Nos sitúa ante un desafío casi antropológico que busca
descifrar las
leyes primarias que definen la naturaleza del habitar en toda su
extensión. No
sé si es atrevido u obstinada nuestra propuesta, lo que es seguro es que
se
origina desde lo que somos como personas, antes incluso de los que
ofrecemos
como profesionales. Por eso, creo, que todo lo que ahora se proyecta y
explica,
todas las líneas de abajo y las que seguirán, son el testimonio de ese
intento:
el maravilloso encuentro con el lugar, con el entorno, en la seguridad
de que
todo comienza ahí y vuelve ahí en ese viaje de ida y vuelta que la buena
arquitectura siempre ofrece. Quiero expresaros mi agradecimiento por
vuestros
comentarios; los de Pedro y el fabuloso Nacho. Gracias por creer que
podemos
hacer arquitectura con un poco menos de arquitectura. Que se puede
responder
con honestidad a los Reyes Magos si caer en las fantasías de las formas
ilusorias. Que se puede proyectar otra arquitectura menos universal y
más
concreta: para el aquí y el ahora. Gracias, simplemente, por creer que
la
arquitectura puede ser tan sólo eso, o nada más que eso: el espacio
construido
del murmullo cotidiano.
(Extrato de las memorias y reflexiones vertidas en torno a una serie de proyectos en desarrollo)
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