¿A qué huele la risa? ¿Cómo sabe? ¿Sabe a
melancolía? He medido un poco más el paso hoy. Salí de casa con un libro bajo
el brazo. Subí al tren y me dirigí a la biblioteca. He apoyado mi hombro sobre el
cristal del tranvía y de repente he mirado desde dentro. De repente me he preguntado.
Desde dónde nace la creatividad? Me ha surgido esta pregunta al ver a dos
chicas bailar y reír sin parar mientras conducían. Estaban en su mundo, ajenas
a todo. Posiblemente sin preocuparse de prioridades, de obligaciones, de
miedos. Alejadas de las reglas, las señales de parada y vigilancia. Sólo
reían, tan sencillo como eso. Me venía a la cabeza entonces la idea de la
velocidad amable. Otro forma de expresión de nuestro tempo humano. Esta vez era
escogido, un pálpito compartido entre dos chicas que acompañaban la música con
el movimiento de sus cuerpos. El medio técnico ahí no era tan trascendente.
Había perdido su fuerza manipuladora, cautivadora y estaba al servicio de la
risa. Era inmenso ese momento. Tan lanzado, tan libre y sin nada que
pudiera pararlo. La trasparencia vítrea de los cristales me recordaba aquél
talante de la modernidad que ha sido tan discutido. Pero toda la trasparencia
era secundaria, no tenía importancia. Eran las grandes bocas estallando en el
vehículo lo que impactaba, lo que realmente seducía. Su enorme libertad. Al
final se trataba de dos personas que habían escogido su propio mundo. Ahí
surge, sin duda, la raíz de todo acto de libertad y probablemente el primero de
los instintos creativos que tenemos. No sé qué olor tenía su risa, ni tampoco
su sabor. Pero había un aura de melancolía en todo aquello. En un mundo en donde
la crítica se empeña en dilapidar los caminos, en cercarlos, en categorizar; poder
escoger, elegir tu propio mundo hace saltar en pedazos todo. No hay no
“lugares” que no podamos hacer nuestros, que llevándolos al límite estrujen sus
fronteras sólidas para hacerse amables y cercanos. Esa es la parte de
melancolía que surge. Una extrañeza casi voraz, en ocasiones,
insalvable. La extrañeza de que a pesar de lo que digan seguimos aferrados a la
tierra, a nuestros instintos más primitivos y eso, afortunadamente, nos salva. De
todo este viaje de mañana me quedo con eso.
Aunque viajes desprendido en velocidades ingrávidas sobre raíles, quedará
siempre la risa. La risa amable y humana que nos acerca a la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario