Cada vez que inspiro aire, hablo. Cada vez
que me acerco a alguien, hablo. Hay un rastro seguido siempre en mí de
palabras. Sólo palabras. Todo mi mundo es lenguaje, todo es interpretación.
Medianamente mental o muy mental.
¿Qué sería de nosotros sin el lenguaje?
¿Habría otra forma de hablar? ¿Acaso más silenciosa?
¿No son las palabras tan sólo lenguaje y
gramática suelta?. El silencio no es lugar en la garganta porque casi siempre
aspiramos a decir más que el otro, a llevar la razón. Se trata de una garganta
oblicua, no deja entrever la procedencia del lenguaje y puede que oculte la
verdad. Susan Sontag escribió hace unos años sobre la necesidad del apagón
crítico, la búsqueda de otra manera de mirar el mundo en la que no fuera
necesario siempre pronunciarse. Un contra literal y veraz que amenazaba
directamente la hegemonía crítica de nuestro mundo. Pero ya sabemos, la crítica
no es sólo una necesidad nacida en la favorable y pacífica descripción del
mundo, tampoco es, tan sólo, la puesta a punto de la historia; su ordenación
para la digestión y comprensión de los hechos, es, antes que nada, un gesto de
exhibición formal de nuestra vanidad.
Pero es extremadamente astuta, porque no se
presenta, las más de las veces, desde una grosería invasora, sino que se
inspira en un lugar aparentemente silencioso e inofensivo.
Es realmente difícil atisbar o ver la
profundidad de su garganta porque el alzamiento de su voz se produce desde la
oblicuidad.
Se vende serena. Incluso, se autoentierra.
Desprende y arroja sus maletas vacías y pretende hacer creer que no hay nada detrás de ellas, ninguna pretensión o
ganancia.
¿Puede hablarse sin garganta, sin que en ella
no haya más que el sereno encuentro con las cosas? ¿Puede haber otra garganta
más transparente donde todas las voces, incluidas las más torpes, tengan
cabida? ¿Es posible encontrar una interpretación que no niegue su posibilidad
por no aventurarse desde el lenguaje? ¿Habrá palabras, como el maestro chino
practicó con tanta sabiduría, que no hieran y pesen tanto en los rumores de la
trascendencia? ¿Queda algo que no hablar, sin empezar, sin esperar, sin
siquiera murmurar?
Todo depende de nuestra garganta, de si somos
o no capaces de evadir el lenguaje para hablar con el mundo. De si somos
capaces de tan sólo escucharlo. Qué más da entonces la oblicuidad de las
gargantas. Qué más da que se empeñen en hablar más de la cuenta si nosotros ya
hemos escogido el silencio como camino…
Hola Juan. Estoy intentando comunicarme con vos desde Buenos Aires. Veo con gran alegría que tu carrera va muy bien!. Mi e mail es elea_dca@yahoo.com Un gran abrazo desde mi bello país. Debora.
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