Sin lugar a dudas el habitar[1] constituye un espacio para la reflexión necesario en el campo de la arquitectura. Nos enfrentamos a una imprescindible reelaboración y nueva estructuración de sus significados con el fin de reorganizar sus fuerzas de energía que quizás por olvido consciente o descuido han sido relegadas en ocasiones al escalafón último de los principios proyectuales. Si bien es cierto, y sobre esto no hay aparentemente dudas, que el universo tecnológico, digital, empírico y de investigación multidisciplinar ha crecido considerablemente en los últimos decenios, también lo es, la siembra de paradojas y desconciertos que éstos han producido en el verdadero desarrollo y evolución cualitativa de los valores y acciones de los habitantes. De este modo resulta muy difícil verificar hasta que punto todos esos avances se han visto realmente traducidos en la mejoría de las condiciones de “bienestancia”[2] del individuo y sus modos de estar y ocupar el mundo. Lo que parece claro es que los dos grandes polos que gobiernan la producción arquitectónica, el especulativo-promotor y el televisivo-publicitario empujado desde la vanidad individual del Star System internacional, dibujan un mapa de redes y flujos en dónde el problema del “factor humano”[3] no es precisamente el principal organismo que articule la columna vertebral de sus pensamientos o acciones; más bien todo lo contrario.
El
debate sobre cuáles han de ser los vehículos que favorezcan y amplíen las
posibilidades del habitar, todavía queda algo lejos para resolverse y en
ocasiones no parece ni interesa que se formule. Desde la entrada del Movimiento
Moderno, la arquitectura ha intentado ir
generando la crítica y praxis revolucionaria con los que construir los
cimientos sólidos para el habitar. Comenzando en el fulgor funcionalista y
mecanicista inicial, pasando por las iniciativas revisionistas y sensibles de
los años cincuenta hasta las propuestas, dudosamente operativas, de la
compleja, polivalente y ecléctica postmodernidad, la arquitectura y su
apresurada revuelta han abierto un campo amplísimo de recorridos que, en
algunos casos, todavía hoy no han terminado de transitarse. Sin embargo, y al
igual que en el territorio de las grandes aportaciones empujadas desde el siglo
pasado, otros pasajes han conducido a los prejuicios que hoy desgraciadamente
todavía aparecen adscritos a la disciplina arquitectónica. El campo del
habitante, su relación con la arquitectura y su complejo funcionamiento siguen,
quizás por el drama mitológico que protagonizó la modernidad y que arrastramos,
provocando desasosiego e incluso ahogo. Cualquier visión por apresurada que se
haga al panorama crítico actual de la arquitectura o anterior que manejemos así
lo demuestra. Por un lado, encontramos un sector protagonista[4] que
enlaza directamente con la defensa a ultranza de la arquitectura como motor
indispensable en la mejora y funcionamiento de la sociedad y sus habitantes, y,
por otro, un estadio muy plural en sus posturas que se aleja de la primera y valora
la arquitectura más allá de su relación frente al habitar. De la inicial, puede
destacarse el papel del crítico chileno Cristian Fernández Cox; fiel exponte de
la versión social y del papel fundamental que la arquitectura tiene en el
desarrollo y mejora de las condiciones de vida de los habitantes: lo que el
define con la idea de “Bienestancia”[5]. En
el otro extremo, puede citarse al arquitecto Peter Eisenman, promotor de una
escuela que entiende la arquitectura desde una versión abstracto-figurativa[6] en
donde la manipulación y la investigación ilusoria de la forma constituye un
argumento director y vertebrador en sus propuestas, muy por encima de las
preocupaciones del habitar y su campo de acción[7]. Indudablemente,
las dos posturas sintéticamente ofrecen aquí una muy leve fracción de la
multitud de líneas que pueden atisbarse en la actualidad, sin embargo, son
importantes para aclarar el argumento con el que comenzábamos.
Apuntar
hacia el habitar como estructura desde la cual pensar, proyectar y escribir,
fundamenta un margen todavía minoritario de la crítica que sin embargo viene
adquiriendo fortaleza en los últimos años. Desde esa perspectiva imprescindible
nos situamos en el comienzo de tres recorridos complementarios, todavía
iniciales, que esperan con el tiempo arrojar algo de luz, aunque sea difusa,
sobre el panorama arquitectónico y su relación con el habitar.
Hacia un habitar
creativo_
La vertiente denotativa, muy amplia por cierto, que
sacude a la arquitectura del sobrediseño y la sobreabundancia del espectáculo concibe
el habitar como un acto paralizante e inhibitivo que manipula y condiciona los
procesos de búsqueda y estrategia proyectual que se persiguen. De este modo, el
habitar continúa viéndose como un lástre que únicamente entra en el programa
encorsetado bajo la dictadura de las pieles y el culto a la dermatología[8]. El
habitante, el sustrato de la arquitectura para Fernández Cox[9],
termina por situarse en una frontera fuera del mundo. Es paradójico que esta
arquitectura pueda ser tildada de compleja y pluralmente diplomática, cuando su
razón de ser estriba en la perspicacia y amaneramiento de sus posturas
icónicas. La poética, el discurrir creativo, se convierte así en una suerte
romántica capaz de residir exclusivamente en las manos y mentes privilegiadas
de los arquitectos y de las instituciones que delegan en ellos. Sin embargo y a
diferencia de estas posturas, creemos que el habitar, lejos de entenderse como
un acto limitador, al contrario, expresa una cualidad potencial que le es
propia: todo acontecer humano es en cierto modo un acto creativo, y es precisamente desde ese prisma
desde el que entendemos la posible trasmisión de sus cualidades a la propia
arquitectura. Lejos, o muy lejos de delimitar o interrumpir, la gran fuente de
energía está ahí: en el habitar; “la casa alberga el ensueño, la casa protege
al soñador, la casa nos permite soñar en paz”[10].
El entendimiento
crítico del habitar como una fuente alienante, arancelaria y represora que
“subordina”[11] e impide el correcto y
extensivo desarrollo de la idea arquitectónica justifica, en parte, la
predisposición a enjuiciar negativamente o simplemente a rechazar las
potencialidades existentes que el programa y sus funciones vitales y poéticas tienen
dentro del proyecto. Prisma, que paradójicamente vela una reducción de la
realidad operativa del habitar, que es en definitiva el que provoca a
posteriori su virtual y residual representación en la arquitectura[12]. Si
el habitar es un acto creativo, como aquí se defiende, es imposible que pueda
invalidar o subyugar el crecimiento progresivo de la idea creativa proyectual.
Hacia un habitar holístico_
Frente a un habitar unidimensional y radicalmente retiniano, empujado desde la
sobrevaloración arquitectónica de la imagen y la supratecnología concebimos un
habitar holístico que sea capaz de reunir las diferentes perspectivas
disciplinares en torno a su naturaleza, entendiendo su verdadera raíz como ordenación
que realmente sostiene y da vida al hecho proyectual. Una circunstancia que
lejos de condicionar negativamente el proceder arquitectónico posibilita
multitud de itinerarios capaces de enriquecer la visión y los resultados de la
disciplina. Consecuencias, que se configuran en base al hecho de pensar el
habitar como un suceso potencial inscrito a unas relaciones históricas,
relacionales, comunicativas, identitarias, contextuales, poéticas etc, que son
inherentes al proceso y desarrollo del habitante. Una arquitectura capaz de concebirse
como espacio vivencial y “practicado”[13],
existencial y “dialógico” que se extiende desde el habitar hasta empapar todos
los sectores de la vida.
La
multidisciplinariedad que se le presupone a esta iniciativa, sin embargo, puede
caer en el peligro de refundar y validar teorías o proyectos que únicamente
escojan y propongan las alternativas desde la superficie y vaciedad de sus
contenidos, escondidos bajo el engalamiento y puesta en escena brillante de sus
imágenes. De ahí, que los valores comunicativos o expresivos que le son propios
también a la arquitectura, recogidos de las disciplinas artísticas por citar un
recorrido, únicamente adquieren legítimo sentido si son capaces de ampliar las posibilidades del habitar y sus
significados a través de propuestas multimodales capaces de fortalecer la vida
que se desarrolla en la arquitectura.
De este
manera, la moda ocasional de la contaminación artística o filosófica llega a
adquirir valor cuando su tratamiento aparece expuesto en el hecho arquitectónico,
no exclusivamente como una persecución conceptual o subjetiva, sino como una
energía que inventa y renueva el aliento y la acción del habitar. Hablaríamos
en términos de “interferencias positivas” en tanto que ofrecen un campo de
batalla compartido con respecto a las artes y el resto de las disciplinas; refuerzan
y atienden sus rupturas, cambios y revoluciones, pero comunican todo ese cosmos
de producción con el lugar desde el cual nacen y en cual terminan
definitivamente exponiéndose: el campo de la vida; el aquí y el ahora.
El
habitar una vez conducido al punto más alto de la jerarquía en el proyecto,
sitúa al habitante en el puesto referencial más importante de la arquitectura, entendiendo
al hombre como un “ser biocultural”[14] que
en su enorme riqueza, complejidad y contradicción esconde una gran fuerza
ideativa con la que posibilitar nuevamente la aventura arquitectónica. Bajo
esta perspectiva poliédrica, que como apuntábamos rechaza la “obviedad paralizante”, reductora de
una crítica o arquitectura que presupone
dados o resueltos los valores vivenciales y habitables como actos adscritos al
imperio individual o narcisista, proponemos una actitud de inclusividad
sistémica[15]. Unidades de un sistema
que encuentran en el habitante el organismo de unión que teje y organiza todos
los impulsos proyectuales, evitando de este modo la situación periférica y
parcialmente marginada a la que en ocasiones se ve sometido. La arquitectura,
como resorte del habitar holístico, propone trayectos que se mantienen
prudencialmente ajenos al carnaval y la acrobacia gratuita, despertando la
conciencia sobre el universo anónimo del diseño invisible[16]y
poniendo en crisis el culto a la
singularidad acontextual y la arquitectura de firma o de autor.
Caminar
hacia el habitar holístico implica una unión pacífica y acorde entre la
vanguardia y la tradición, entre el ímpetu por el progreso y la necesidad de la
historia como huella; una huella que en su rastro puede indicarnos nuevamente
el camino[17]. Desde ese tránsito, la modernidad como vestigio
o mensaje social, marca una pisada pretérita que hoy podría mantener su
vigencia. Demostrada ya la ineficacia de la postmodernidad arquitectónica, el
camino se aclara y alumbra nuevamente con fuerza el territorio de una
modernidad ahora revisada, apropiada,[18]
dialéctica[19], inclusiva, dialógica[20],
holística: humanista.
Hacia un habitar arquitectónico_
Reivindicar
una modernidad holística y humanista subraya una intención que ya en la
historia de la arquitectura encuentra episodios que en su seguimiento ayudan a
marcar parte del recorrido; la otra parte debemos construirla juntos. El
primero de esos caminos, ya transitado por algunos arquitectos, condujo durante
el siglo XX a posturas que podrían encuadrarse perfectamente dentro del habitar
holístico y la modernidad humanista a la que hacíamos referencia. Sin lugar a
dudas, uno de los arquitectos a rescatar dentro de este campo es Alvar Aalto.
No es pretensión aquí, realizar una incursión sobre su obra, sin embargo sí
sobre su mensaje. La autonomía, que ha adquirido Aalto en el territorio virtual
y fronterizo de la modernidad nos parece trascendental para entender el
verdadero alcance que todavía hoy la modernidad podría tener como proyecto. En
primer lugar, porque su arquitectura es el resultado de la atención escrupulosa
sobre los mecanismos del habitar y su acción. En segundo, porque la vida del hombre constituye el “holón”[21]
central en su ejercicio profesional y, en tercer lugar, porque su figura se
sitúa ajena a la modernidad “ilustrada”[22], al
contrario que atenta e implicada en la
modernidad revisiva, inclusiva, amplia, holística, dialéctica y humanista.
Frente a una franja importante de la arquitectura contemporánea
empeñada en un celebrado ocularcentrismo[23] que
somete la existencia y vivencia para maquillarla tras la envolvente y la
epidermis de los edificios, figuras como la de Aalto, nos recuerdan que hubo un
momento en que la arquitectura pensó primero en el hombre para luego cavilar como
vestirlo. Arquitecturas capaces de abandonar la histeria gestual de la forma,
del espectáculo y el vociferar visual, por la acción, la praxis y el habitar
del hombre en el mundo[24]. Los
ejemplos son numerosos, tanto en la historia de la arquitectura como
afortunadamente en la actualidad, y señalan un cambio que siendo todavía menor
con respecto a los circuitos dominantes explica un proceso paralelo que abre
una importante vía para la esperanza. Dentro del panorama contemporáneo resulta
relevante el papel que arquitectos como Lacaton y Vassal poco a poco vienen
adquiriendo en la arquitectura. Sus proyectos canalizan en gran medida las
fuerzas vitales del habitar que defendíamos y proponen recorridos en donde la
economía semántica es el resultado del entusiasmo por un espacio practicado y
existencial en el que el habitante constituye el gran impulso motriz de sus
proyectos. La arrogancia gramatical de algunos de sus coetáneos aparece
sustituida por la capacidad de dilatar las posibilidades de apropiación
espacial y circulatoria a través de una economía de medios que moderadamente
concuerdan con las iniciativas sociales y democráticas que impulsaron la
ideología y la praxis del Movimiento Moderno[25]. Sin
embargo, este seguimiento comparte y a su vez amplía una plataforma, la de la
arquitectura moderna, que considera legítima a la par que reductiva, de ahí,
que sea necesaria un reelaboración crítica de sus postulados y principios. La
planta libre se hace aún más libre, y no es únicamente el resultado de una
investigación constructiva, técnica o proyectual, sino la base misma del
caminar del habitante, de su movimiento, circulación y relación poética con la
arquitectura y los lugares o contextos concretos donde ésta se sitúa: la planta
libre concede ahora realmente la libertad.
Arquitectura con pocas palabras,
capaz de sintetizar y unir convenientemente la investigación técnica o constructiva
con el respeto y adecuación a la historia y las preexistencias ambientales. La
Plaza de Burdeos, ejemplifica perfectamente este recorrido. Realizada en 1997,
la intervención ha consistido en revalorizar lo existente a partir de la
reutilización de algunos componentes o vestigios pasados con los que se contaba.
Una labor de limpieza y atención que interpreta, recupera y consolida un
entorno[26] en
donde la expresión vital de sus habitantes venía sucediéndose desde tiempo
atrás y lo único que había que hacer era prorrogarla y extenderla hacia el futuro. Alejamiento consciente y meditado respecto a
esa pretenciosa moda que ha inundado ciudades y pueblos, despejando árboles,
limpiando obstáculos, y comprimiendo imágenes desde la asepsia icónica más elemental.
En Burdeos la imagen de la intervención acaba siendo la de sus habitantes, de
sus inquietudes, actitudes, identidad,
de su lugar y contexto, de su clima, relaciones; en definitiva de su vida: una
plusvalía de la vida[27].
Son
otros los ejemplos y arquitecturas[28] los
que ilustran esta labor, posiblemente todavía algo subterránea en los recintos
de los grandes relatos pero no por ello menos importante. Desde ahí, como apuntábamos, se abre una brecha
que cobra tiempo y espacio en las líneas
escritas de la crítica de arquitectura. Son otras travesías esperanzadoras que
quizás puedan conducirnos a posiciones más creativas y sugerentes, holísticas y
arquitectónicas en donde el hombre siempre constituya ese eslabón perdido al
que escuchar y defender desde la arquitectura: “llevarán los mortales el
habitar a la plenitud de su esencia cuando construyan desde el habitar y
piensen para el habitar”[29].
-Borrador SAL 2009-
-Borrador SAL 2009-
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[1] El trabajo que se expone, pretende ofrecer una
incursión sobre el habitar como estructura fundamental de la arquitectura.
Teniendo en cuenta la enorme complejidad del concepto, únicamente aspiramos a
presentar una serie de recorridos que prácticamente acaban de iniciarse y que
esperamos que en el futuro puedan conducirnos a algunas conclusiones. Con
respecto a las imágenes y por orden de aparición: a) Dibujo de Alvar Aalto de
su hija. 1930. b) Estudios de la luz de A. Aalto en la Biblioteca de Viipuri.
1933-1935. c y d) Intervención Plaza de Burdeos 1997. Lacaton y Vassal.
[2] Véase: FERNÁDEZ COX, C. El orden complejo de la arquitectura. Teoría básica del proceso proyectual.
Santiago de Chile: Ediciones Universidad Mayor. 2005. Págs. 44- 50.
[3] Alvar Aalto constituye un arquitecto arquetípico
de esta condición esencial de la arquitectura. Véase su texto: AALTO, A. La
humanización de la arquitectura. De
palabra y por escrito. Madrid: Croquis. 2000. Págs. 142-147.
[4] Sintéticamente destacar el papel de Oriol Bohigas, el propio Cristián
Fernández Cox, Carlos González Lobo, Ramón Gutiérrez etc.
[5] “La arquitectura no es un arte puramente expresivo, sino un arte creador de
ámbitos vivenciales, de lugares de vida”. El
orden complejo…Op. cit. Pág. 45.
[6] Véase: MONTANER, J.M. Después del Movimiento Moderno. Arquitectura de la segunda mitad del
siglo XX. Barcelona: G. Gili. 2002. Págs. 230-233.
[7] “No creo que el cometido de la arquitectura sea el de ocuparse de la gente
sin hogar, o el de subordinarse a cuestiones de utilidad, refugio, estructura,
estética, y significado. La arquitectura debe mantener sus convenciones
hegemónicas” Extracto de la entrevista de David Conh a Peter Eisenman. Madrid:
El Croquis. Diciembre 1989.
[8] Véase: BOHIGAS, O. Contra la
incontinencia urbana. Reconsideración moral de la arquitectura y la ciudad.
Barcelona: Electa. 2004. Págs. 82-90.
[9] Cristián Fernández Cox define la arquitectura
como: “el arte de la habitabilidad específica: la bienestancia”. El orden complejo…Op. cit. Págs. 44-46.
[10] Recogemos la cita íntegra: “Si nos preguntaran cuál es el beneficio más
precioso de la casa, diríamos: la casa alberga el ensueño, la casa protege al
soñador, la casa nos permite soñar en paz. No son únicamente los pensamientos y
las experiencias los que sancionan los valores humanos. Al ensueño le
pertenecen valores que marcan al hombre en su profundidad. El ensueño tiene
incluso un privilegio de autovalorización” BACHELARD, G. La poética del espacio. México: Breviarios del Fondo de Cultura
Económica. 2006. Pág. 36.
[12] “la comprensión de los sueños y aspiraciones de los usuarios constituye un
desafío apasionante que potencia la imaginación del arquitecto” GAITE, A. Diseño y región. Arquitectura apropiada.
Buenos Aires: Nobuko. 2003. Pág. 94.
[13] El antropólogo Michel de Certeau valora el espacio primordialmente desde la
condición vital y de movimiento que proporciona el hombre y su paso: la
práctica del espacio. Citado en: AUGÉ, M. Los
no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad.
Barcelona: Gedisa. 2004. Págs. 81-118.
[16] “la primera condición para el ejercicio de un
diseño culto es comprender que intervenir sobre el hábitat no es crear un
objeto sino un entorno. No se trata de una “cosa” sino del contexto en que se
produce el conjunto de comportamientos humanos que denominamos “vivir”. Por lo
tanto, poner en práctica esa convicción implica abandonar nada menos que el
núcleo ideológico del gremio: el culto a la “obra”, ese narcisismo de los
objetos que no es sino el eco del narcisismo de sus autores” CHAVES, N. El diseño invisible. Siete lecciones sobre
la intervención culta en el hábitat humano. Buenos Aires: Paidós. 2005.
Pág. 53.
[17] “la tarea de pensar consiste, más que en descubrir, en luchar contra el
olvido de lo descubierto”. Ibídem. Pág. 75.
[18] “apropiada en su triple denotación: 1. Apropiada en cuanto “adecuada” al
aquí y el ahora de la realidad de cada situación; servir a la sociedad a la
cual nos debemos, encontrando en ella y en su contexto integral la inspiración
material y poética de nuestra forma arquitectónica […] 2. Apropiada en cuanto a
“hecha propia”. En nuestra civilización, actualmente intercomunicada, nos
llegan muchas ideas, técnicas, modelos que, una vez pasados por el digestor de
nuestra identidad, es decir, una vez pasados por la selectividad de su
conveniencia a nuestra situación y, si es el caso, adaptados a ella, pueden
verse y deben ser “hechos propios” a nuestro acervo […] Esta segunda denotación
de la “apropiación” de los aportes externos excluye toda cerrajón localista
asociada semánticamente al “regionalismo”. 3. Apropiada en cuanto a “propia”.
Siempre existen algunos condicionantes estrictamente peculiares (propios)
respecto de los cuales las ideas, las técnicas y los modelos llegan desde el
exterior, por óptimos que puedan ser en su lugar de origen, resultan
incompatibles e inadaptables a nuestra realidad. En eso la creatividad
estrictamente propia es insustituible.” FERNÁNDEZ COX, C. ¿Regionalismo crítico o modernidad apropiada? Buenos Aires. Summa.
Nº. 248, Abril 1988. Pág. 65
[19] Así la define entre otros Juan Antonio Cortés. Puede verse: CORTÉS, J. A. Modernidad y arquitectura. Una idea
alternativa de modernidad en el arte moderno. Valladolid: Secretariado de
Publicaciones e Intercambio Editorial. Universidad de Valladolid. 2003.
[20] Las teorías sobre la dialógica Bajtiniana sustentan parte de esta postura
de modernidad humanista y dialéctica. Véanse: BAJTIN, M. M. Hacia una filosofía del acto ético. De los
borradores y otros escritos. Barcelona: Anthropos. 1997. E igualmente
pueden verse los estudios realizados desde esta perspectiva por Josep Muntañola
Thornberg.
[21] Ken Wilber apunta: “los elementos constitutivos de estas jerarquías son los
holones (olas de energía integrativas), totalidades que, al mismo tiempo,
forman parte de otras totalidades”. Trasladada a la arquitectura, en esa
jerarquía el hombre ocuparía el lugar central. Puede verse: WILBER, K. Una teoría de todo. Barcelona: Kairós.
2001. Pág. 36.
[22] El orden complejo…Op. cit. Págs. 105-115. Véase también del mismo
autor: Modernidad apropiada. Modernidad revisada.
Modernidad reencantada. Buenos Aires: Summa. Nº 289. Septiembre 1991. Págs.
36-40.
[23] “El sesgo ocular nunca ha sido tan manifiesto en el arte de la arquitectura
como en los últimos treinta años, en los que ha predominado un tipo de
arquitectura que apunta hacia una imagen visual llamativa y memorable. En lugar
de una experiencia plástica y espacial con una base existencial, la
arquitectura ha adoptado la estrategia psicológica de la publicidad y de la
persuasión instantánea; los edificios se han convertido en productos-imagen
separados de la profundidad y de la sinceridad existencial” PALLASMAA, J. Los ojos de la piel. La arquitectura y los
sentidos. Barcelona: G. Gili. 2006. Pág. 29
[24] Recuperamos a Zevi cuando en el fulgor crítico
orgánico que encabezó el autor italiano vino a definir estas experiencias como
arquitecturas “que no tenían por objeto impresionar el ojo del hombre sino
expresar la acción misma de su vida” ZEVI, B. Saber ver la arquitectura.
Barcelona: Apóstrofe. 1998. Pág. 107.
[27] En otros proyectos de nueva planta y
rehabilitaciones Lacaton y Vassal utilizan lo que Andreas Ruby e Ilka Ruby han denominado como una
“plusvalía del espacio”: Ofrecer más espacio con la misma inversión económica.
RUBY, A e I. Revista 2G. Lacaton &
Vassal. 2002
[28] Podrían sumarse a la labor de estos arquitectos el trabajo de SANAA, que a
nuestro parecer igualmente ofrece nuevas posibilidades destinadas a ampliar el
campo del habitar. SANAA. Kazuyo Sejima + Ryue Nishizawa. Casas. León: Actar MUSAC. 2007.
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