Breve estado de la cuestión
A la hora de reponer líneas de investigación que tengan
al Patrimonio como eje de su análisis es necesario remitirnos a las
definiciones e iniciativas de la UNESCO al respecto, dado que sus
posicionamientos han, de alguna manera, marcado la “agenda” de temas a
discutir. Así como la multiplicación de “sitios” considerados patrimoniables se
multiplica día a día, la categoría misma de Patrimonio se expande hacia objetos
-materiales o no, tangibles o no- hasta hace muy poco tiempo, impensados.
Prueba de ello está en la proliferación del listado propuesto por la UNESCO
desde la elaboración de los “Textos básicos de la Convención del Patrimonio
Mundial” de 1972, hasta nuestros días. Cuestión que problematiza el historiador
Francoise Hartog[1]
advirtiendo críticamente que “los patrimonios se están multiplicando” y por
ello, se corre el riesgo de diluir su significado, así como su significación.
Plantea el problema que surge con la relación clave con la industria del ocio y
la economía de mercado e instala en los estudios sobre la temática argumentos
potentes como la necesidad de pensar al Patrimonio como una representación del
pasado en el presente, sin la mediación explícita de la Historia y puede,
provechosamente, estudiarse no desde el pasado –del que es un símbolo-, sino
más bien desde el hoy, como una señal de ruptura entre el presente y el pasado.
Así mismo, sostiene que las políticas patrimoniales conforman escenarios en los
que se despliegan los conflictos entre distintas interpretaciones, sentidos y
funciones del pasado, con miras a la intervención sobre el presente, y que
conllevan una cierta proyección hacia el futuro. El Patrimonio se constituiría,
entonces, como un mediador a través del cual uno o distintos colectivos
sociales en pugna trazan aquel vínculo con
su pasado, y por lo tanto se instituyen en generadores de imaginarios sociales.
Preguntándose: ¿preservar qué, por quién y para quién?, el autor pone el
ejemplo del Berlín pos Muro como laboratorio privilegiado para observar estas
problemáticas, dado que es un emblema de una sociedad/ciudad atrapada entre la
amnesia y el deber de memoria. ¿Qué pasado exaltar y cuál olvidar? Y más
específicamente, desde un punto de vista histórico arquitectónico-urbanístico:
¿Qué destruir, qué conservar, qué reconstruir, qué construir y cómo?[2]
En lo que se refiere al contexto nacional, a efectos de
contribuir a clarificar y orientar futuras selecciones de ejemplos, y salvar
desequilibrios temáticos y territoriales en los bienes declarados, desde la
Comisión Nacional de Monumentos se está llevando a cabo un Plan Nacional de
Patrimonio Industrial, amplio en lo cronológico, diverso en lo temático e
inclusivo en las escalas de aproximación, que ha permitido configurar un
preinventario de los bienes existentes en diversas regiones.[3]
Respecto de los estudios abocados específicamente a la trayectoria de la
problemática en el Partido de La Matanza, contamos con una serie de
investigaciones del último lustro que aportan insumos valiosos al presente
estudio. En este sentido, el libro de Agostino, Los primeros veinte años de la Universidad Nacional de La Matanza,[4]
desarrolla los aspectos centrales del recorrido las automotrices en la región,
para luego adentrarse en la conversión del edificio en la actual sede
universitaria. Así mismo, desde la Junta de Estudios Históricos del Partido de
La Matanza-Secretaría de Extensión de la UNLaM también se han realizado aportes
en esta área del conocimiento; la publicación “Marcas y huellas urbanas en la
memoria del Partido de La Matanza” del 2010, da cuenta de visiones sobre la
experiencia fabril matancera a través de la recopilación de una serie de
testimonios.[5]
La Chrysler Fevre argentina
Nuestra propuesta se centra en el
análisis de las instalaciones que pertenecieron a la fábrica Chrysler Fevre
Argentina; con el objetivo de lograr una reflexión amplia sobre el concepto de
Patrimonio, así como de las políticas de patrimonialización. En este sentido,
la actual sede de la UNLaM es estudiada como un referente de Patrimonio
Histórico Arquitectónico Industrial a escala territorial, nacional e
internacional. Así mismo, responde a razones estratégicas que sugieren que
existe una vacancia en las investigaciones sobre el Patrimonio Industrial en el
contexto local.[6]
En términos urbanísticos podríamos afirmar
que existe en el Partido de La Matanza un entramado patrimonial de diversa
índole: histórico, arquitectónico, paisajístico, industrial, ambiental, que hoy
es pre existente y que subyace en la memoria colectiva, que está inserto y a la
vez perdido en el tejido urbano. Que ese entramado está constituido por redes
tangibles e intangibles que fueron tendidas en algún momento y que hoy están
rotas, interrumpidas, fragmentadas, inorgánicas. Un reflexión en regla sobre
las características patrimoniales de este edificio fabril debe referirse tanto
a sus condiciones tangibles como intangibles; yuxtaponiendo a las referencias
históricas materiales (como objetos, estructuras u edificios), aquellas
llamadas “huellas de la memoria” que actuando como interruptores logran
“encender” o evocar procesos históricos de gran impacto en la comunidad en su
conjunto. En este sentido, la llamada “vida en las fábricas”[7],
implicó en nuestro país un conjunto de experiencias diversas de luchas,
organización, conquistas, resistencias y represión a lo largo del tiempo.
Considerar al Patrimonio Arquitectónico Industrial en la Argentina implica
pensar a las fábricas como el escenario de las primeras formas de organización
del movimiento obrero, de la Resistencia Peronista, del accionar del Terrorismo
de Estado, de la desmovilización, las políticas del neoliberalismo económico y
la desintegración social, así como de su reorganización mediante los nuevos
movimientos sociales y el ímpetu del cooperativismo y finalmente, la
recuperación industrial de la última década. Así mismo, el inmueble objeto de
nuestra investigación está actualmente en actividad, reconvirtiéndose en una
casa de estudios superiores de destacada significación a nivel territorial y
nacional, por lo que el mismo concepto de Patrimonio debe referir a un proceso
activo y “vivo”.
La transformación del conjunto
La
aventura transformativa del conjunto fabril de la Universidad de la Matanza
enlaza directamente con una fuerte y creciente sensibilización patrimonial que
se extiende, en general, por todos los territorios. Una concientización,
iniciada durante los años setenta y confirmada como viable en los ochenta, que
progresivamente no sólo incluirá el legado histórico heredado y más pretérito –
indudablemente el que más participa de esta nueva coyuntura- sino que también
indagará en el escenario validado de la arquitectura moderna y su extensión
temporal durante el siglo XX. Precisamente desde ese nuevo espacio de relativa
asertividad moderna o contemporánea, surgen incitativas que pretenden reactivar
conjuntos en los que también se cuenta el citado. De esta manera el patrimonio
industrial comienza también a verse como valioso y atractivo, desligándose de
las maneras y los modos desde los que se había entendido o interpretado con
anterioridad: “Para unos la presencia industrial estaba llena de ensoñaciones
de progreso, con sus chimeneas humeantes y las muchedumbres que allí
trabajaban. Pero para otros estaba rodeada de ruidos y suciedad. Para quienes
amaban las arquitecturas clásicas, estas construcciones no tenían ningún
atractivo, y hasta era casi seguro que ni siquiera se las viera como verdadera
arquitectura, sino como “mera construcción”. De allí que cuando se empieza a
hablar de patrimonio, las fábricas, los muelles, las estaciones, los depósitos,
no fueran siquiera mencionados.”[8]
Durante
los años 80, efectivamente, fecha en la que se inicia la reactivación de todo
el entorno construido de la universidad, se instaura un campo de sensibilidad
política e institucional, también disciplinar, que se extiende, como venimos
apuntando, por gran parte del mundo. Surgen, entonces, conceptos como los de
reversibilidad, que se hacen comunes dentro del territorio de la arquitectura:
la reutilización o refuncionalización de los vestigios y contenedores del
pasado, y más concretamente, de los espacios singulares o programáticos con los
que se cuenta, halla desde nuevas formulaciones, usos y programas, la mejor de
las herramientas para salvar y legitimar un patrimonio en peligro de olvido y
derrumbe. Así comienza a reavivarse la fiebre por la rehabilitación de edificios
y fábricas antiguas o modernas – como es este caso- para los nuevos usos y
predisposiciones sociales: “La mejor manera de conservar un edificio –se ha
repetido numerosas veces- es utilizarlo; la cuestión es hacerlo sin forzar el
mismo. Pocos edificios, a excepción de la mayoría de los religiosos, pueden
seguir desempeñando el mismo destino original. El cambio de uso no resulta
grave si la nueva función se prevé compatible con la estructura, tipología y
elementos del edificio patrimonial”[9].
En
particular, y como demostración del alcance creciente de estas nuevas
situaciones, se van a dar casos en donde el patrimonio industrial va a situarse
como el depositario construido que albergará las crecientes tipologías
universitarias[10].
Así la Matanza se erigirá también, al hilo de conjuntos muy importantes como
los de Quilmes[11],
Lanús, San Martín y, por ejemplo, los tres depósitos en Puerto Madero hoy
trasformados como nueva sede de la Universidad Católica, como otra oportunidad
pertinente en donde fraguan las iniciativas a las que nos referimos. Todos son
casos, entre otros muchos, que facilitan un campo experiencial edilicio que
valida las características tipológicas con las que se cuenta de cara a su
transformación y acuerdo con las acciones y usos del presente. Podríamos por lo tanto señalar, que es desde
esta reversibilidad inicial y continuadora, desde la que termina proponiéndose
su salvaguarda: “Se ha tratado del debate de dotar a los edificios muertos de
usos contemporáneos en el entendimiento de que un edificio sin uso está abocado
a la destrucción por el abandono. Lo cual es cierto y verdadero. Pero de esta
situación se ha pasado a dotar de funcionalidades cualquiera a los inmuebles;
las más de las veces con absoluta incompatibilidad. Ya sin entrar siquiera en el
problema de la reversibilidad”[12]
Estos
últimos casos enumerados -y el que nos ocupa-, sin embargo, sí constituyen, a
nuestro modo de entender, ejercicios afortunados de compatibilidad, demostrando
desde el tiempo prolongado de su uso, la razonable y adecuada imbricación que
han tenido las antiguas fábricas como aptas y fiables para las rutinas
generales de la universidad; más allá de las problemáticas de funcionamiento
normales de cualquier contenedor arquitectónico. Los grandes espacios, desde
sus narrativas neutras y universales, han favorecido el buen comportamiento de
los nuevos espacios y lugares que se han aplicado distintamente. Dos pueden
considerarse, fundamentalmente, como las líneas de rehabilitación/intervención
que se llevaron a cabo en el caso que nos ocupa: la que se refiere a la acción
sobre los propios contenedores existentes, y la que relata una operación más
compleja y sensible que comporta la construcción de su entorno.
En su
primer estadio, la intervención parece
remitirse a un “vaciado” general de todos los edificios existentes, por lo que
se podría hablar, en términos de Francisco de Gracia, de una rehabilitación
“circunscrita”[13].
Ésta, por lo tanto, parece constituir una directriz frecuente, a la que se suma
la diferenciación o complementación entre los tratamientos espaciales internos,
y la situación de adecuación –“decoro”/tratamiento- de los exteriores. Si en
los interiores permanece principalmente el mecanismo de la asepsia y de cierto
neorracionalismo implícito -modulaciones, divisiones, reparticiones, expresión
del comportamiento funcional y estructural, etc.- que de alguna manera se
mantiene fiel a las categorías aplicables al nacimiento o génesis de la propia
edificación, en su exterior, se produce una fragmentación o discontinuidad
morfológica, cuando los complementos que se suman a la neutralidad de los
contenedores aparecen tratados desde una iconografía de procedencia
marcadamente ecléctica, neohistoricista, o si se quiere, ya que en el momento
de su rehabilitación estaba muy en boga, del repertorio postmoderno[14]. No
entraremos en consideraciones con respecto a esto último, pero parece ser una
realidad que incluso desde los grandes “propileos” de entrada, se sitúa como
constante bastante anacrónica de la intervención[15].
No es,
sin embargo, así el tratamiento y esfuerzo sobre el entorno amplio comprendido
dentro de los límites de la Universidad que sí profundiza en bondades que
merece la pena sean reseñadas. La realización y refuncionalización de un
conjunto de estas características, también comporta habilidades que entran a
formar parte de su construcción y que no pueden sostenerse, únicamente, desde
las virtudes edilicias sino son otros agentes fundamentales, los que entran a
formar parte para su adecuación. El vivir y el convivir -los espacios
relacionales y comunicacionales[16]-
que los diferentes lugares de la Universidad ha generado, sitúan este entorno
de la ciudad universitaria, como quizá, el lugar de aglomeración ciudadana más
importante de todo el Distrito de la Matanza y zonas aledañas, haciendo que los
entornos vinculados al aprendizaje, la enseñanza y el diálogo comporten un
reducto sano frente al imperio consumista exterior propuesto desde la cultura
global en la que nos encontramos[17].
Por lo tanto, resulta de especial relevancia subrayar cómo y de qué manera un
conjunto fabril y de diversidad tipológica como el tratado se ha convertido en,
quizá, el mayor exponente de congregación social en este distrito, demostrando,
hasta qué punto la arquitectura actúa como una “experiencia integradora” -Zevi-
que ayuda y colabora determinantemente en la construcción de los distintos
universos sociales de nuestras ciudades. La recuperación de este patrimonio
está estrechamente unida, por lo tanto, no únicamente a una labor necesaria de
patrimonialización del legado arquitectónico de la ciudad y sus huellas, sino
también, a la exaltación de la “celebración” ciudadana -enseñanza, aprendizaje
y comunicación- que tantas veces ha reiterado como necesario el crítico y
arquitecto Juhani Pallasmaa[18]. Se
podría señalar que con la intervención y rehabilitación del conjunto fabril
para sede universitaria, también se ha regenerado y fortalecido la propia
identidad social y cultural de esta zona y territorio del gran Buenos Aires.
Confrontando dos entradas
generales sobre la cuestión del Patrimonio Histórico Arquitectónico Industrial;
aquellas referidas al marketing urbano –preocupado por generar productos
turísticos atractivos y valorados en el mercado, sin contemplar las posibles
pérdidas de identidad específica- y aquellos abordajes que priorizan los
análisis históricos para una valoración sensible de dichos espacios; el
presente proyecto sostiene que el Patrimonio es mucho más que un Recurso
(económico, urbanístico, turístico, etc.), sino que es una forma de indagar al
pasado y reflexionar sobre el propio presente social. En este sentido, analizar
los distintos aspectos que constituyen el carácter patrimonial del edificio de
la sede de la UNLaM representa un significativo aporte a la construcción historiográfica
e identitaria.
[1] Hartog,
Françoise, “Historia y cultura: regímenes de historia y memoria”, presentado en
la publicación de la UNESCO: Museum
Internacional, N° 227, Diversidad Cultural y Patrimonio UNESCO, en 2005.
[2] En sintonía con estas
líneas de trabajo podemos ubicar los estudios de Pagano, Nora y Rodriguez,
Marta, Conmemoraciones, patrimonio y usos
del pasado, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2014; García Canclini Néstor, “Los
usos sociales del patrimonio cultural”, en: Florescano, Enrique (Comp.) El patrimonio cultural de México,
México, FCE, 1993; Prats, Llorenç, “El concepto de patrimonio cultural”, Política y sociedad, Nº 27, 1998, págs. 63-76 y del
mismo autor; “Concepto y gestión del patrimonio local”, Cuadernos de
Antropología Social, N ° 21, 2005 y “El Patrimonio en tiempos de crisis”,
Revista Andaluza de Antropología, N ° 2, marzo de 2012, entre varios autores
que están analizando las dimensiones teórico metodológicas de la categoría de
Patrimonio.
[3] Ver: http://www.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/235000-239999/238854/norma.htm.
[4] Agostino, Hilda N.; “Los primeros veinte años de la
Universidad Nacional de La Matanza”, Ramos Mejía, Editorial CLM, 2011.
[5] El trabajo de Dawyd, Darío; Mancini, Yanina; Medina, Gabriela;
Pantanetti, Claudio; Diaz Hlavka, Juan Pablo: “La militancia fabril
en la zona oeste del Gran Buenos Aires y su lugar en las experiencias
nacionales de radicalización, reorganización y represión sindical, 1966-1983”,
presentado en las I Jornada de Investigación Interdepartamental, “25º Años de Desarrollo e Innovación en el
conocimiento” organizadas por la Universidad Nacional de La Matanza en
2014; también es ejemplo de estos avances. Finalmente, dentro de esta línea de
trabajos, en 2013, Alejandro Enrique y Adolfo Correa publican Historia de la producción en La Matanza,
editado por el Centro de Estudios Históricos de La Matanza, en donde se
reconstruyen acontecimientos significativos del desarrollo industrial en el
territorio.
[6] A fines de 1991, la
UNLaM toma posesión en forma definitiva del predio que ocupa actualmente (ex
Fábrica Chrysler), gracias a una Ley que beneficiaba a universidades
permitiendo comprar predios a cambió de deudas impositivas, adquiriéndose el
predio a nombre de la Fundación Universidad de La Matanza.
[7] Lobato, Mirta Zaida, La vida en las fábricas, trabajo, protesta y política en una
comunidad obrera (1904-1970), Prometeo libros/Entrepasados, Buenos Aires,
2001.
[8] VIÑUALES, G.M. Miradas
al patrimonio industrial. Miradas sobre el patrimonio industrial. Buenos Aires:
CEDODAL. 2007. Págs. 7-14.
[9] NOGUERA, F. Revista: Ars Longa nº 11. 2002.
Pág. 109.
[10] “Las fábricas han
cambiado en sus necesidades de espacios y sus exigencias de ubicación dentro de
las ciudades, mientras que otras funciones van requiriendo lo que aquellas ya
no usan. Esto ha abierto posibilidades impensadas hace un par de décadas. Una
de esas posibilidades ha sido la de albergar centros de estudio, como las
universidades” Ibídem. Pág. 13.
[11] Véase: FAIVRE, M;
BORTHAGARAY, J. La Universidad Nacional de Quilmes: refuncionalización de la ex
fábrica Fabril Financiera de Bernal. Op. Cit. Miradas…Págs. 107 108
[12] RIVERA BLANCOA, J. El
patrimonio y la restauración arquitectónica. Nuevos conceptos y fronteras.
Madrid: 1999. Pág. 186.
[13] DE GRACIA, F. Construir
en lo construido. La arquitectura como modificación. Madrid: Nerea. 1992.
[14] “Este pasar
desapercibido no debe suponer mimetismos o historicismos que fueron propios del
siglo XIX o primera mitad del siglo XX, y que algunos historiadores contemplan
con nostalgia al desconfiar del valor de la arquitectura moderna en relación
con la arquitectura histórica. Como arquitecto defensor del patrimonio
histórico, comprometido con mi tiempo, reclamo el difícil equilibrio entre
conservación y creatividad al actualizar los usos, dentro de los límites que el
edifico impone para salvar su autenticidad, teniendo en cuenta compaginar la
doble instancia brandiana, histórica y estética, pero con un sentido
constructivo de la forma que le faltó al maestro italiano” Op. Cit. NOGUERA.
Pág. 109.
[15] “La perversión de los
valores del lugar es la primera causa de la desaparición de la memoria urbana,
que tiende a suplantar por la réplica (…) En lugar de una deseable
reconciliación de los ciudadanos con las propuestas más audaces, se busca el
favor de la opinión ciudadana sobre réplicas y replicantes (…estas propuestas)
por un lado, quieren ser hitos de un mundo nuevo – sin relación con el más
cercano en su espacio y su tiempo- por otro, se trata de evocar su función
simbólica con una apariencia de pasado, (…) de una tradición inexistente (…)
Los replicantes y las réplicas proliferan (…) como partes de un todo imposible
de juntar (…) El totalitarismo unitario
de la frivolidad”. HERNÁNDEZ PEZZI, C. La ciudad compartida. El género de la
arquitectura. Madrid: Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España,
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. 1998. Págs. 100-104.
[16] Valores que continúan
los ya citados en intervenciones como la realizada en la Universidad de
Quilmes; los propios artífices lo explican así: “De una ciudadela amurallada,
poblada de construcciones seriadas guiadas sólo por el objetivo de la
producción textil, la lógica de las máquinas y de la materia prima, pasamos a
“capturar” una dosis de alegría, de afabilidad y de comunicación para las miles
de personas que hoy la habitan” Op. Cit. Miradas…Pág. 107.
El espíritu
“afable” y la alegría del habitar, también se comparten dentro del escenario de
la Universidad Nacional de la Matanza. La gran avenida, casi una gran plaza
longitudinal, que ordena como eje principal todo el conjunto, es también un
lugar festivo, de recreación y celebración, en donde incluso, no sólo se
cuentan los actos académicos y de difusión científica, sino que se despliegan
los acontecimientos cívicos y sociales más variados: desde ferias de la
artesanía hasta conciertos de tango, milongas y otros eventos diversos.
[17] La propuesta ha evitado
que al final este espacio público no termine produciendo otro lugar más de la
ciudad abocado a la transitoriedad o las formas más despiadadas del shopping
contemporáneo. Así ha descrito, no sin cierto astuto cinismo, Rem
Koolhaas, las muestras o huellas del que
considera es el último de los reductos cívicos de comunicación social: los
centros y las grandes superficies comerciales. Citado por: LA CECLA, F. Contro
l’architettura. Torino: Bollati Boringhieri. 2008. Pág. 14.
[18] Pallasmaa, J. Una
arquitectura de la humildad. Madrid:
Fundación Caja de Arquitectos. 2015.
Artículo presentado en el Congreso Alteha 2017. Buenos Aires. Autores:
Ilana Martínez, Rodrigo Martin Iglesias, Juan Moreno
Ortolano, Marcelo Robles